Así como los políticos de profesión y no de vocación son expertos en cambiar la percepción sobre sus cualidades, los jefes de campaña y publicistas pagados por ellos acostumbran a abultar cifras de simpatizantes o asistentes a manifestaciones de sus patrones. Pero hace mucho tiempo que, por lo menos a mí y mis allegados, no nos engañan con propaganda barata sobre mítines multitudinarios donde la asistencia real fue ridícula. Mi parámetro nacional es el Estadio Quisqueya, cuya capacidad máxima, con todos sentados, no excede los 15 mil fanáticos y de esa manera el cálculo de una multitud que agrupe 150 mil personas, equivaldría a diez Estadios Quisqueya y ¿en cuál escenario nacional cabrían esos diez estadios de béisbol llenos de personas? Imaginemos entonces 66 escenarios como el Quisqueya para albergar un millón de fanáticos. Por eso los organizadores de la Marcha Verde del Millón dejaron claro que no era su objetivo convocar realmente a un millón de dominicanos, sino unir un millón de voluntades para su propósito de cambios.
La marcha fue exitosa y fortaleció el espíritu colectivo nacional contra la corrupción y la impunidad, pero la pregunta “del millón” es ¿qué van a decir los cuestionados por los manifestantes y, sobre todo, qué harán para detener el impulso creciente de un insecto verde, científicamente denominado Ensifera tettigoniidae, mejor conocido como “Esperanza” que vuela en los campos dominicanos, se posa en sus árboles y que el pasado domingo caminó un trayecto glorioso anunciando al mundo que no ha muerto y que late en el corazón del pueblo dominicano, brillando con su color y alegrando con su canto.