¿Qué haremos con esta Policía?

¿Qué haremos con esta Policía?

¿Qué porquería de Policía Nacional es que tenemos? Los agentes que están llamados a mantener el orden son los protagonistas de los crímenes más atroces que carcomen la sociedad. Cuando no es que un uniformado mata a su pareja por celos, es que abusa de un ciudadano por negarse a darle dinero; cuando no es que lideran una banda de malditos es que usan a los ladrones como bisagras para agenciarse dinero sucio, la mayoría de veces con sangre.

Cuando Trujillo la creó tenía una misión represiva a la franca, luego la heredó Joaquín Balaguer y ahí fue cuando la usó a su antojo en contra del pueblo, principalmente de los estudiantes de pensamiento crítico. Con la transición política de 1996 se perfilaba una nueva estructura interna que prometía una policía moderna y equilibrada, pero todo eso se quedó en bazofia.

Hoy más que nunca tenemos unos grises que no respetan la ley y el orden por el que juran, que no tienen dignidad alguna y, a todas luces, solo buscan extorsionar a como dé lugar con el dinero que otro se ha ganado. La maldita seguridad que está obligada a dar es eufemismo barato, sus acciones mantienen en vilo a esta población harta de sus abusos y atropellos.

No pasa un día en que no se denuncie una vaina mal hecha donde no figure un uniformado, los que no protagonizan el crimen van donde los perpetradores a darles el tumbe y quedarse con el botín, analicen el reciente desenlace con el robo al Banco Popular y el tiroteo en Los Mina. En el caso Vimenca también jugaron sucio con la muerte del vigilante, aquel que se “suicidó” por “vergüenza” con una pistola calibre 45 que cargaba en una media mientras estaba esposado.

Y si recontamos otros casos quizás nos quedemos cortos porque solo conocemos lo que llega a los medios de comunicación o las redes sociales, pero hay otros atropellos que no se ven en las pantallas, como el abuso con las personas detenidas en los “puestos de chequeo” que, hasta el Presidente sabe, son peajes asquerosos de las patrullas. Te paran y si notan cierta ingenuidad o timidez te obligan salir del carro para que sueltes dos o tres pesos, aunque andes legal.

Pero son los mismos policías los que a diario veo transitando en motocicletas sin cascos, sin placas, sin papeles, sin luces ni conciencia. La neonata Ley de Tránsito parece que no aplica para los uniformados, pero siendo sinceros no debería ser batuta para ellos porque quienes están llamados a aplicarla son del mismo grupito de abusadores.

Pudiera usted justificar que el bajo salario que les pagan no alcanza para cubrir ni la tercera parte de la canasta básica o quizás me diga que ellos no trabajan con las condiciones requeridas porque, muchas veces, salen a pedir gasolina. Tal vez comprenda que pasan hambre en la calle y sus superiores les tratan como animales, a veces peor.

Todo eso pudiera ser buen argumento para defender el macuteo, pero cómo se justifica la participación activa en crímenes de marca mayor, cómo se justifica que un uniformado use su poder para abusar de los demás, incluso de sus propios compañeros. Cómo se justifica que ellos puedan violar las leyes que se les pegue la gana y no pase nada, cómo se justifica que un policía preste su arma de reglamento para que otros salgan a delinquir a cambio de comisiones.

Mi vecina me dijo hace unos meses que mientras era ama de casa le tenía un respeto insoslayable a los uniformados, pero ahora que se ve envuelta en la faena diaria y conoce el accionar de algunos -porque no son todos- carajos su percepción ha cambiado 180 grados, y como ella pensamos mucho porque ustedes se han ganado esa mala reputación, han sido sus propios verdugos y no hay nota de prensa que mejore eso.

Todavía queda un poquito de esperanza porque hay hombres y mujeres nobles bajo ese uniforme, pero cada día son menos porque los buenos los pensionan rápido, los mandan para jurumucú o les castigan con servicios de 24 y 48 horas corridas sin dieta. El policía que no sigue la corriente es muy probable que salga electrocutado, y si sabe mucho podría pagar con la vida.

La policía es mala porque los agentes ven en sus superiores un ejemplo de la bonanza que deja hacer lo malo y la sociedad de hoy premia al que tiene más dinero para derrochar, no al serio. Los héroes viven alquilados en una habitación con tres hijos que lloran por leche y pan. Los agentes de la calle no sirven porque los de arriba, los de abajo y los del al lado tampoco sirven.

¿Qué se puede hacer con esta asquerosa policía? Si la disuelven estaríamos mandando miles de hombres entrenados para delinquir con más gusto; si sacan los malos es el mismo resultado, o peor, porque quiénes depuran es muy probable que sean peores. Quizás se resuelva con mejores salarios, pero esa tampoco es la panacea porque no hay sueldo que compense un macuteo diario. Podríamos darles capacitación, sin embargo, el problema no es de pupitre sino de origen, son personas dañadas desde antes de ponerse el uniforme y, como no hay una depuración seria en el reclutamiento, entren to´ coño. El problema se solucionará  cuando haya un régimen de consecuencias que realmente se cumpla, cuando pongan el ejemplo con dos o tres tutumpotes y se impongan medidas drásticas contra los malos de todos los tamaños y colores.

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