Que no me hablen de moral

Que no me hablen de moral

Cada vez que veo en las noticias las cosas que pasan en esta nación, no sé si reír con cinismo… o  si llorar de vergüenza. Finalmente ni lo uno, ni lo otro. Simplemente escribo.

Mi país,  que tanto amo  y que tanto me duele, me lo venden  como el país de las maravillas. Muchas veces enarbolando la bandera de la moral y las buenas costumbres. ¡Qué descaro!

La Comisión Nacional de Espectáculos Públicos cancela conciertos de artistas extranjeros (a los que, por cierto solo va quien quiere) porque proyectan una imagen nociva para nuestros jóvenes, y me parecería bien, si no fuera porque aquí, en nuestra propia casa, y a cualquier hora nos tenemos que tragar en la televisión espectáculos deplorables en los que se denigra la imagen de la mujer encasillándola como objeto de exhibición y deseo. O programas, supuestamente infantiles en los que aparecen niñas haciendo coreografías con movimientos absolutamente inapropiados para su edad.  Por no hablar de la inducción a la violencia en series, telenovelas  o de los sketch humorísticos exaltando nuestro “tigueraje” en los que se hace descarada apología de la corrupción administrativa o de la infidelidad conyugal.

Queremos ser una nación próspera y moderna, pero hemos conseguido hacernos famosos en el ranking mundial ocupando banquillos de cortes internacionales, o páginas en la prensa extranjera por torpezas administrativas. Orgullo de un pueblo plausiblemente católico como el nuestro, cuyas “glorias” ya son  conocidas  hasta en el Vaticano.

Nuestras altas jerarquías de la  Iglesia se entretienen crucificando a embajadores extranjeros, no por su gestión diplomática, sino por su preferencia sexual;  mientras minimizan e incluso disculpan los “pequeños desliz pedófilos” que varios de sus  representantes cometen y que para su mala suerte, alguno que otro termina saliendo a la luz pública.

Que no me hablen de moral cuando representantes del orden o de la Justicia, esos cuya misión es proteger a la población,  son cogidos in fraganti en tramas corruptas y delictivas. Y si no que se lo digan a cierto fiscal que luego de ser sorprendido comparece patéticamente ante el juez postrado en una camilla…

Que no me hablen de moral cuando un grupo de sensibleros ultra nacionalistas, sin medir las consecuencias de su irrespeto,  tratan de desprestigiar a consagrados escritores galardonados con los más importantes reconocimientos mundiales como el Nobel o el Pulitzer…  quemando sus libros al viejo estilo del “Ku klus klan”, solo porque los intelectuales no comulgan con sus rancias y radicales posturas.

Que no me hablen de moral cuando una decisión del tribunal más alto del país arremete contra miles de ciudadanos despojándoles  sus más básicos derechos, dando lugar a que los organismos internacionales tengan que intervenir para que nuestras autoridades reparen tremendo “tollo” irresponsable.

Que no me hablen de moral, cuando a una legión de cañeros que se dejaron el pellejo entre los bateyes cortando caña aportando su mano de obra barata a la economía de el país que ahora,  una vez viejos y gastados les niega una mísera pensión de 5,000 pesos, mientras consiente que altos funcionarios, muchos con escasísima educación profesional y ninguna moral, esos que proponen recortes y nos exigen sacrificios, figuran en nóminas con salarios escandalosos aunque nadie les vea ir a trabajar o simplemente, con toda impunidad se auto pensionan con sustanciosos sueldos merced al pueblo tan manipulable que representan.

Que no me hablen de moral cuando hipotecamos nuestro futuro ecológico permitiendo que una serie de dirigentes indolentes firmen contratos que arruinan nuestras maravillas naturales.

Que no me hablen de moral,  porque ya puestos, prefiero inmoralidad a calzón quitado que esa doble moral tan falsa. Tolero mejor una prostituta que lo es sin disimulo, que a la señora de misa diaria que luego denigra y humilla al servicio de su casa.

Y menos mal que los muertos no sienten ni padecen, porque si no Duarte se estaría removiendo en la tumba presto para levantarse y regresar al exilio, lejos de tanta falsedad y tanta hipocresía.

Así que, no me hablen de moral.

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