¿Qué nos mueve?

¿Qué nos mueve?

Hoy terminamos de meditar las parábolas del Reino en Mateo 13, 44 – 52. Las parábolas de Jesús son relatos para ayudar a gente indecisa como nosotros.

Nos falta decisión, porque ignoramos lo que nos conviene. Nosotros confundimos los diamantes con la fantasía. Para decidir correctamente, hay tener un conocimiento profundo de las situaciones. Eso es precisamente lo que Salomón le pide al Señor en el primer libro de los Reyes 3, 5 – 12: “da a tu siervo un corazón dócil para gobernar a tu pueblo, para discernir el mal del bien”. Salomón sabía por experiencia propia que el corazón humano, muchas veces es esclavo de pasiones que llevan al desastre.

Por eso no basta saber. Para decidir bien también necesitamos una fuerza interior que nos mueva en la buena dirección. Predicando sobre el Reino, Jesús compara esa fuerza interior con la inmensa alegría que siente un hombre al descubrir un tesoro. “Va vende todo lo que tiene y compra el campo aquel”.

Para decidir bien, a nosotros nos faltan los dos elementos: conocer que se trata de un tesoro y ser movidos por la alegría liberadora, que lleva a vender todo para comprar el campo con el tesoro.

San Ignacio de Loyola, cuya fiesta celebraremos el 31 de julio, llamaba a esa alegría “la consolación” (Ejercicios Espirituales, No. 316). Ella se adueña de la persona y la lanza en la dirección del servicio de Dios. Ella llama y atrae a la causa de Dios, libera, capacita y encamina hacia la verdadera realización de la felicidad propia.

En esa alegría descubrimos que nuestro verdadero tesoro es el Señor. La alegría hará que estimemos las directrices del Señor más que el oro (Salmo 118).

La consolación nos ilumina y libera desde adentro y nos mueve en la dirección de nuestra felicidad.

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