¿Qué se cocina con los vecinos isleños?

¿Qué se cocina con los vecinos isleños?

Hace un año que una buena mayoría de los dominicanos le dieron un voto de aprobación a la reelección del presidente Medina y a su poderosa maquinaria política de su partido manchado por la corrupción. Desde ese domingo 15 de mayo algo curioso ha venido ocurriendo con las relaciones bilaterales de los dos países que comparten la isla Hispaniola.
A cuenta de que los haitianos no pongan más trabas al comercio terrestre y olviden las restricciones impuestas para que solo las mercancías dominicanas llegaran a su destino por aire o por mar, el gobierno dominicano ha flexibilizado los controles fronterizos. Desde hace un año se mira para otro lado con la migración haitiana, que en forma constante, cruza la frontera sin ningún temor de apresamiento y posterior devolución a su país.
Cada día las calles de nuestras ciudades más importantes se ven pobladas de centenares de seres humanos llegados de Occidente. Y andan sin temores. Y ya con trabajos principalmente en la construcción se les ve cada tarde bien limpiecitos regresando a los ghettos habitacionales que han ido estableciendo en las distintas barriadas capitaleñas, o santiagueras o en su enclave de Verón cerca de los resorts de Bávaro. Se les ve en grupo o caminando en fila india parloteando en su dialecto y con el uso intensivo de celulares.
La decisión del gobierno dominicano de flexibilizar el rigor del ingreso fronterizo de los inmigrantes ilegales parece que es una estrategia de compromiso. Y ese compromiso iría en la línea de dejar tranquilos a los inmigrantes para complacer a Estados Unidos. De esa manera las autoridades haitianas dejan de aplicarle trabas irracionales al comercio de las mercancías dominicanas. Así las potencias interesadas en la fusión de los dos países dejan de presionar al gobierno dominicano para que sea generoso dejando la frontera enteramente libre para el ingreso de los ciudadanos del país vecino. Sin embargo, estamos colocados en la lista negra de la OEA como violadores de los derechos humanos por no aceptar de pleno derecho a cualquier haitiano que cruce la frontera.
Incluso ahora con el escándalo de la corrupción develada y patrocinada por la firma brasileña Odebrecht, que ha empapado a casi todos los gobiernos y políticos de los países latinos, podría pensarse que se está buscando una componenda de aposento para evitar llegar hasta las últimas consecuencias y no dañar las imágenes de los políticos dominicanos.
La ola haitiana desborda las capacidades represivas del gobierno dominicano. Prefiere dejar por la libre el ingreso de los ciudadanos haitianos. Y eso es bueno para Estados Unidos, que así ven disminuir la avalancha haitiana que hasta hace poco les llegaba a la Florida en frágiles embarcaciones para cruzar los cayos de las Bahamas. Eso le creaba a Estados Unidos un serio problema cuando llegaba una inmigración indeseable, más ahora con las pretensiones del presidente Trump de expulsar el mayor número de ilegales de su territorio, en especial de mejicanos y centroamericanos que inundan a California y Texas.
Con el proyectado muro fronterizo con México la idea es frenar esa indeseable avalancha centroamericana, que con el nuevo poder de los sajones de extrema derecha, pretenden resucitar una lucha de razas que estaba en un letargo de años desde los finales de la II Guerra Mundial. Hace unos días en un juego de béisbol de Grandes Ligas hubo un amago de intolerancia racista, cuando a un jugador de Baltimore se le humilló.
Sin embargo, a los dominicanos el gobierno norteamericano presiona y casi exige que se mantengan abiertas las puertas para la llegada de una inmigración incontrolable. Así se desvía hacia el país el problema que antes le ocasionaban la inmigración indeseable de haitianos hacia los Estados Unidos.
Constantemente presionan para que nos olvidemos de Constitución y leyes diseñadas para proteger la soberanía. Ellos denuncian cualquier trato represivo contra los inmigrantes ilegales que están protegidos por diversas organizaciones gubernamentales de Estados Unidos, de la Unión Europea y de la sociedad civil incluso la dominicana financiadas por los gobiernos de las potencias mundiales. El objetivo es que los haitianos ingresen al territorio dominicano como Pedro por su casa.
Además, el descuido y desinterés oficial del gobierno dominicano no le pone atención a la zona fronteriza. Existe el lento abandono de ciertas poblaciones por los dominicanos marchándose hacia otros lugares. El espacio ahora es ocupado por los haitianos y sus niños asisten a las escuelas carentes de escolares dominicanos. Y los hospitales están siendo arropados por los pacientes de occidente, principalmente parturientas que depositan sus criaturas en territorio dominicano para mayores seguridades de supervivencia. Aún así, según la OEA, somos de los peores violadores de los derechos humanos del continente junto a Cuba y Venezuela.

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