Qué se dice

Qué se dice

Desarme
Aunque nadie piensa regatearle razones a gente que, como el padre Luis Rosario, ha sido consistentemente partidaria del desarme puro y simple como remedio radical contra la violencia, hay que advertir, sin embargo, que cualquier iniciativa que en ese sentido emprendan las autoridades tropezará con un argumento que en mucho casos habrá que considerar atendible.

Por ejemplo la Unión de Comerciantes y Empresarios del Nordeste, cuyos miembros alegan que el desarme que pretende la secretaría de Interior y Policía, en su interés de regular el porte de las armas de fuego, los está dejando a expensas de los delincuentes, por lo que se resistirán a entregar las suyas. No hace falta, empero, llegar a esos extremos aún y se tenga la razón, como podría ser el caso, pues debe haber otra forma de entenderse con el doctor Franklyn Almeyda, que si bien es un hombre conocido por la firmeza de sus convicciones también lo es porque con él se puede conversar. De lo que esos comerciantes se quejan, al igual que mucha gente, es de que se pretenda desarmar a una población que hasta ahora solo ha hecho el papel de víctima, mientras los delincuentes andan por ahí muy bien armados, muchas veces hasta mejor que sus supuestos perseguidores, sin que las autoridades pongan el mismo empeño en despojarles de sus peligrosas herramientas de trabajo.

Escándalos

Ayer fueron los pasaportes oficiales mal habidos, utilizados para traficar personas hacia Europa, hoy son las miles de tarjetas de turistas falsificadas, con las que se ha estafado al Estado dominicano con decenas de millones de pesos, pero mañana quién sabe qué otra marrullería, con repercusiones internacionales, seremos capaces de perpetrar. Lo lógico es que el delito, en un mundo globalizado, termine también globalizándose, pero esa explicación resulta simplista e insuficiente a la hora de medir las implicaciones negativas que tiene para el país, en términos de imagen, que ocurran esas cosas con tanta frecuencia, pues corremos el riesgo de que se nos «certifique» como un país de rufianes y estafadores, un estereotipo nada conveniente para el que vive de una industria tan sensible como el turismo. Por eso es tan importante, hay que insistir en ello, que las autoridades esclarezcan cuanto antes esos casos que tan mal parados nos dejan ante los ojos del mundo.

Tiempo de Navidad

Erase una vez un país al que le gustaba tanto un can, una chercha, una bemberria o cualquier otro de los sinónimos que el español dominicano consagra a describir la innata propensión del dominicano a la gozadera, que terminó adelantando la celebración de la Navidad al mes de octubre, cuando las principales avenidas empiezan a ser tomadas por asalto por los vendedores de adornos navideños, incluidos los infaltables charamicos, y en la radio empieza a sonar, con discreta insistencia, las primeras canciones, mucho antes de que empiece a sentirse la «brisita». Las grandes tiendas, que no pueden darse el lujo de quedarse atrás, también se han sumado a la fiesta, preparándose con anticipación, con el auxilio de la publicidad, para hacer su agosto en diciembre. ¿Estamos ante una sociedad que ha comercializado a tales extremos, desvirtuándola, una fiesta esencialmente cristiana, o simplemente se trata de un pueblo gozón y escapista que prefiere reírse de la desgracia que parece haberle ha caído del cielo? Eso habrá que dejárselo, como siempre, a los teóricos del patio. Mientras tanto, mándese a buscar una cerveza y suba un poco mas la música. ¡Llegaron los tiempos pascueros!

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