Qué se dice

Qué se dice

Claudio Acosta.

Incontrolables.- Todas las comparaciones son por definición odiosas, pero algunas son necesarias y hasta oportunas, siempre y cuando, por respeto a la verdad histórica, se guarden las debidas distancias. Aclarada esa cuestión, puedo ahora decir que así como el doctor Joaquín Balaguer, a quien nadie puede acusar de ser un gobernante “flojo” o pusilánime, tuvo sus incontrolables, así también los tiene el presidente Danilo Medina. Y aunque los incontrolables de este gobierno distan mucho de aquellos que persiguieron con ferocidad asesina a los opositores del déspota ilustrado durante los sangrientos y agitados Doce Años, también hay que señalar que actúan con tanta independencia de criterio y libertad de acción que pueden darse el lujo de pasarse por el forro las políticas del gobierno al que sirven. Y no les ocurre absolutamente nada, aunque los diputados del PLD, con su vocero a la cabeza, se desgañiten solicitando la destitución del incontrolable y descontrolado embajador por haberle faltado el respeto al Presidente de la República, que se supone es el jefe de la política exterior. Confío en que a estas alturas adivinaron ya, mis queridos lectores, que el incontrolable de quien les hablo tiene nombre, apellidos y cargo, por lo que todo el mundo lo conoce y, por lo tanto, todo el mundo conoce también sus intemperancias y exabruptos, que por demás no se ocupa mucho de ocultar o disimular. El papelazo que ha hecho nuestra diplomacia con la carta enviada al Papa Francisco por el embajador dominicano ante la Santa Sede será recordado durante mucho tiempo, al igual que su protagonista, que con su insólito gesto de seguro ingresará a la Historia. Falta saber por cuál puerta. El otro incontrolable tampoco necesita presentación, pues el Superintendente de Seguros –genio y figura hasta la sepultura– ha sido el único que públicamente le ha hecho coro al embajador, aplaudiendo una acción que ha puesto en ridículo al gobierno al que ambos pertenecen.

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