Que se dice. Diplomacia destemplada.- No hace falta ser un experto en los usos diplomáticos, en sus protocolos, formalismos y rituales, para darse cuenta de que la respuesta de la Cancillería dominicana al informe del Departamento de Estado de los Estados Unidos sobre el estado de los derechos humanos, al que no atribuyó mayor valor que el “del papel en el que se imprime”, desbordó esos cauces. La inusual respuesta, que de seguro acogió con regocijo el nacionalismo antihaitiano tan de moda en estos días, vuelve a poner en evidencia las inconsistencias de nuestra diplomacia, que de la pasividad y la falta de acciones concretas y puntuales frente a determinadas coyunturas pasa, como el paciente esquizofrénico, al comportamiento opuesto, verbigracia la destemplada respuesta que acaba de dar al Departamento de Estado, que, valga la oportuna y pertinente aclaración, solo ha hecho lo que hace todos los años y nunca pasa nada: reprocharnos nuestras recurrentes violaciones de los derechos humanos, desde las torturas que se practican en los cuarteles policiales hasta los feminicidios que tanto dolor y luto provocan. ¿No era suficiente, y mas inteligente, ignorar ese informe, hacernos los desentendidos como hemos hecho siempre? ¿O permitir que el bocadura de Monchi Fadul, ministro de Interior y Policía, se desahogara con una filípica en los periódicos? ¿O que el Cardenal y su verbo flamígero pusiera a “los gringos” en su puesto llamándolos entrometidos e injerencistas? Resulta evidente que el tema haitiano, o mas concretamente todo lo que tiene que ver con la sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional, saca de sus casillas a quienes dirigen el ministerio de Relaciones Exteriores, a tal punto que los ha hecho apartarse, de manera peligrosa, de la prudencia y el tono respetuoso que imponen los usos diplomáticos cuando se trata de las relaciones entre dos países que, como Estados Unidos y la República Dominicana, se consideran amigos y socios.