La expresión describe, de manera gráfica, lo que ocurriría con la llevada y traída Ley de Partidos si se acoge la petición del presidente de la Cámara de Diputados, Rubén Maldonado, de que el Comité Político intervenga como mediador para lograr un consenso que haga posible su aprobación. Maldonado, seguidor del expresidente Leonel Fernández, informó ayer que en los próximos días se reunirá con el presidente Danilo Medina, a quien le explicará el impasse que existe en la cámara baja, aunque es poco probable que no lo sepa. ¿Cómo no va a saberlo, si se trata de un pleito público con todo el país como espectador? ¿Cómo no saberlo, si los que aprobaron el proyecto en el Senado actuaron en su nombre? Por eso sorprende que el presidente de la Cámara de Diputados quiera devolverle la pelota al Comité Político, que precisamente por la falta de acuerdo entre sus miembros, y para evitar males mayores de los que todos se arrepentirían, decidió acoger la propuesta salomónica de Monchy Fadul de dejar “en libertad” a los legisladores para que decidan la suerte de las primarias. ¿Qué le hace pensar al señor Maldonado que ahora sí podrán ponerse de acuerdo? ¿Está dispuesto el expresidente Fernández, que ha dicho y repetido hasta el cansancio que las primarias abiertas son inconstitucionales, a variar su posición? También se ha dicho y repetido que la correlación de fuerzas en el máximo organismo de dirección peledeísta favorece al presidente Medina, por lo que no parece el escenario ideal para dirimir las “discrepancias” en torno a las primarias, a menos que el expresidente Fernández quiera exponerse a sufrir otra aplastante y dolorosa derrota. Por eso repito, como dije al principio, que devolver el tranque con la Ley de Partidos al Comité Político, para que sean sus miembros los que encuentren el consenso que permita su aprobación, equivale a saltar de la sartén al fuego, o salir de Guatemala para meterse en Guatepeor.