Lo voy a decir de manera directa, sin darle muchas vueltas, pues los hechos, tozudos, no admiten otra interpretación: la eliminación del párrafo II del artículo 42 del Proyecto de Ley de Partidos, que faculta a la Junta Central Electoral (JCE) a levantar un registro de concurrentes que evite que una misma persona pueda votar por los candidatos de varios partidos, es una clara evidencia de la mala fe de los senadores que lo aprobaron o, en su defecto, de quienes le bajaron esa línea (no se crean el cuento de que los legisladores peledeístas fueron dejados en libertad de votar por las primarias según su conciencia) para que se cumpliera así el cronograma reeleccionista del Gran Titiritero que maneja los hilos desde el Palacio Nacional. Tan evidente es la intención detrás de la supresión de ese párrafo, contenido en el Proyecto de Ley de Partidos depositado en el Congreso por la JCE, que inevitablemente se ha convertido en otra razón más para que los que se oponen a las primarias abiertas y simultáneas en la Cámara de Diputados, que inicia a partir de hoy el conocimiento del proyecto, rechacen su aprobación. Pero también ha servido para fortalecer el convencimiento de quienes, dentro y fuera del Congreso Nacional, sostienen que el verdadero propósito de tratar de imponer contra viento y marea las primarias abiertas es que la Ley de Partidos no se apruebe, que continúe en el limbo en el que ha estado los últimos veinte años, y a quienes más conviene que las cosas sigan como están es a los que administran el Presupuesto Nacional. Eso también explicaría los “errores y vicios” que, según el abogado Nanphy Rodríguez, contiene el proyecto aprobado por los senadores, lo que obligaría al Poder Ejecutivo a vetarlo. Si los que así piensan tienen razón habría que concluir que el hábil titiritero que dirige el espectáculo es también un buen jugador de dominó, pues todo indica que el reeleccionismo dominará por cualquiera de las dos cabezas.