Por fin se supo ya cuál fue la razón de las violentas protestas que escenificaron esta semana hombres enmascarados (nadie puede asegurar que fueran estudiantes) en los alrededores de la UASD, que obligaron a sus autoridades a suspender la docencia durante tres días: el tránsito de vehículos pesados por la avenida Correa y Cidrón, donde grupos estudiantiles han solicitado la construcción de un puente peatonal para evitar que ocurran accidentes. El rector de la academia, el doctor Iván Grullón, informó ayer en un comunicado que el alcalde del Distrito Nacional, David Collado, prometió prohibir el tránsito de ese tipo de vehículos por la señalada avenida, con lo que se evitará que continúen las protestas y la pérdida de docencia, pero también denunció que los “grupos anárquicos” que están detrás de esas protestas quieren crear una crisis en la mas vieja universidad del Nuevo Mundo. El doctor Grullón sabrá porqué lo dice, pero independientemente de que sea justo y pertinente el reclamo de los vándalos lo cierto es que se le hace un flaco servicio al principio de autoridad, ya de por sí bastante maltrecho y deteriorado en un país donde cada quien quiere hacer lo que le da la gana, al ceder al chantaje de los “grupos minúsculos” pero violentos que pretenden imponer sus razones mediante la alteración del orden público y la destrucción de la propiedad pública y privada. Y para que después no digan que nadie les avisó ni les advirtió, que sepan el rector de la UASD, el alcalde del Distrito Nacional y el director de la Dirección General de Seguridad de Tránsito y Transporte (Digeset) que mas temprano que tarde se van a arrepentir de darle tanto poder a grupos de enmascarados que solo pueden ser calificados como malhechores y como tales deben ser tratados.