Si fuera pelotero podría decirse que el padre Rogelio Cruz, separado de la orden salesiana, es un agente libre que puede ser firmado por un obispo o cualquier orden religiosa, aunque a juzgar por sus declaraciones esa decisión ya fue tomada. Y todo indica que, al igual como le pasó a la muchacha que se fue Nueva York en el anuncio que hace algún tiempo fue muy popular, Rogelio se fue de la iglesia pero no se fue. “No va a pasar nada. Yo soy sacerdote para siempre, a mi me ordenaron sacerdote para siempre. No perteneceré a la Iglesia Apostólica y Romana, pero la iglesia es del pueblo y de Jesús”. El mismo pueblo que lo seguirá llamando, con cariño, admiración y agradecimiento, Padre Rogelio, y que podrá seguir contando con su militante compañía en todas y cada una de sus batallas sin importar en qué lugar de nuestra agreste geografía se libre. Por eso lo vimos encabezar un carreteo, a principios de semana, con el que cientos de automovilistas protestaron contra el alza de los combustibles a pesar de que no tiene ni siquiera una pasola, pero también lo hemos visto defender, con la vehemencia que lo caracteriza, el carácter sagrado de nuestros recursos naturales, que lo convirtieron en el enemigo público número uno de las mineras Falcondo Xstrata Nickel, Barrick Gold y Uni Gold. Fueron esas mineras, según Rogelio, las que presionaron para que lo sacaran de circulación, en un proceso que, afirma, estuvo plagado de irregularidades y que apelará ante el tribunal eclesiástico. No parece probable que esa apelación prospere, pues los poderosos intereses a los que sacó de sus casillas, dentro y fuera de la Iglesia, no lo permitirán. Pero para los fines prácticos, que son los que importan, Rogelio Cruz seguirá siendo el Padre Rogelio, el cura que más rinde en este país. Y lo que falta.