Esto constituye una muestra de que el país, en materia de ejecuciones extrajudiciales; en materia de maltratos, torturas y apresamientos ilegales, está en una situación vergonzosa”. Es difícil no estar de acuerdo con el presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, Manuel María Mercedes, cuando describe el comportamiento de la Policía Nacional, sobre todo a raíz de los últimos sucesos, pero esas palabras resultan insuficientes para describir el salvajismo conque actuaron los miembros de esa institución que asesinaron, delante de varios niños, a un hombre al que perseguían por supuestamente haber herido durante un asalto a un oficial de la Armada Dominicana. Apenas horas después del vil asesinato de Rubén Hipólite Martínez, a quien los agentes que le segaron la vida le llevaron sus pertenencias, joyas y dinero según sus familiares, la Policía trató de encubrir el crimen emitiendo un comunicado de prensa en el que atribuyó su muerte a un intercambio de disparos. Pero en esta ocasión los disparos le salieron por la culata, pues un vídeo subido a las redes por Hipólite Martínez momentos antes de ser ejecutado lo muestra gritándole a la Policía que no lo maten, que estaba junto a varios niños a los que no quería que hicieran daño, y que por eso se entregaría sin ofrecer resistencia. Puesto en evidencia el vil asesinato, mas que nada por la indignación que hizo estallar las redes sociales, la dirección policial se vio forzada por las circunstancias a suspender a los agentes actuantes y designar una comisión de Asuntos Internos para que investigue lo ocurrido. Pero se trata de la misma Policía cuya primera reacción, como si cumpliera con un “protocolo” diseñado para esos fines, fue tratar de justificar el comportamiento criminal de sus agentes.