Lo que dicen los hechos, incontrovertibles y tozudos, es que el Gobierno nunca tuvo la intención de informarle a sus gobernados sobre la llegada al país del cubano condenado por narcotráfico Augusto (Willie) Falcón, y si finalmente nos enteramos fue porque los periódicos locales se hicieron eco de la información divulgada por la prensa internacional  y las agencias de noticias. O sea que todo fue diseñado y planificado como una operación clandestina hasta que, como todo lo que ocurre en el mundo en el que vivimos, se hizo pública, lo que agarró al Gobierno tan desprevenido que los funcionarios  a los que los periodistas cuestionaron para conocer más detalles sobre su presencia escurrieron el bulto o simplemente dijeron no saber nada. Hasta que el canciller Miguel Vargas  Maldonado explicó, al tiempo que se desligaba  de la negociación que lo trajo al país, que se trató de un acuerdo de gobierno a gobierno “por razones de seguridad”. También cogió desprevenidas a las autoridades el rotundo rechazo de la opinión pública a la decisión de ofrecer  refugio al hombre responsable de introducir 75 toneladas de cocaína, por un valor  de dos mil millones  de dólares,  a territorio norteamericano, lo que explica el escueto comunicado del Ministerio  de Interior, la Procuraduría General de la República y la Policía Nacional  informando que el exconvicto se encuentra bajo la custodia  del DNI y que su permanencia en el país será transitoria. Como ese comunicado está muy lejos de ser la explicación que se le ha pedido al Gobierno  habrá que seguirla esperando, aunque sin mucha esperanza si consideramos, como dije al principio, que nunca fue su intención informarle  al país sobre  la presencia de tan indeseado  huésped. Pero también está pendiente explicar, con más detalles, qué consideran las autoridades que lo firmaron  una “permanencia transitoria”, sabiendo como todos sabemos lo fácil que es, en este país, pasar de lo transitorio a lo permanente.