“Necesitamos un gobierno que contribuya al fortalecimiento de la democracia, que profundice el estado democrático y que, por encima de todas las cosas, haga respetar la Constitución de la República”. No hace falta leer entrelíneas para saber quién es el destinatario de la indirecta lanzada por el expresidente Leonel Fernández en el discurso que pronunció ante miles de seguidores en la Gran Arena del Cibao, en Santiago, donde su equipo de colaboradores presentó las 1.5 millones de firmas de personas, en su mayoría no peledeístas, que apoyan su candidatura presidencial. Pero no solo para recordarle al presidente Danilo Medina que la Constitución no debe ser tocada utilizó el exmandatario ese discurso, sino también para exhortarlo a terminar una serie de obras que llevan años paralizadas, como la rehabilitación del hospital regional José María Cabral y Báez y la ampliación de la carretera Navarrete–Puerto Plata. Tampoco faltaron las promesas de campaña, las obras que se propone emprender de regresar por cuarta ocasión al solio presidencial, entre ellas un tren de carga y pasajeros que conectaría Santo Domingo con el Cibao y la rehabilitación del contaminado Yaque del Norte. Sin embargo el mayor énfasis, el que mereció los mayores aplausos, lo puso el expresidente Fernández cuando cerró su discurso con la frase que ha convertido en grito de guerra de su nuevo esfuerzo por alcanzar la Presidencia: “No hay marcha atrás”. Pero para que pueda convertir en una realidad el progreso y la modernidad que prometió en la Gran Arena del Cibao tiene por delante un gran obstáculo, que no derribará con indirectas sobre la necesidad de respetar la Constitución: la reelección del presidente Medina. Una posibilidad que nadie en su sano juicio político se atreve a descartar, mucho menos después de demostrar que no está dispuesto a sacrificar ni medio punto porcentual de su alta valoración con medidas o decisiones impopulares.