Qué  se dice

Qué  se dice

Los vigilantes.- En Santiago, como puede comprobar cualquiera que de vez en cuando lea los periódicos o vea la televisión, están literalmente  desesperados a causa de   los desmanes de los  delincuentes.

Los robos, atracos y asaltos se producen a cualquier hora del día o de la noche, y no respetan ni a pobres ni a ricos. Los primeros, como es lógico suponer, cuentan con los recursos que les permiten proporcionarse  la vigilancia y seguridad que no reciben de la Policía Nacional, la institución llamada a cumplir esa responsabilidad, pero los pobres, como siempre, no tienen quien los defienda, por lo que deben rascarse con sus propias uñas.

Y es precisamente lo que han hecho los residentes en los barrios San José y La Mina,  que han decidido crear brigadas de seguridad integradas por diez personas para realizar patrullajes en horas de la noche como una forma de contrarrestar la ola de robos y asaltos que los tiene al coger el monte. Por supuesto, se trata de una tarea muy peligrosa para la cual  esos vigilantes  no están preparados ni entrenados y que puede, fácilmente, terminar en una tragedia (conociéndonos como nos conocemos se puede apostar que no saldrán a “patrullar” desarmados), bien sea porque alguno resulte herido en  esos “patrullajes” o porque, llegado el caso de que se tropiecen con un ladrón o asaltante, decidan tomarse la justicia por sus propias manos, lo que por demás está expresamente prohibido por nuestras leyes.

La situación no es para aplaudir ni celebrar aunque pueda argumentarse, no sin cierta razón, que los vecinos de La Mina y San José actúan en legítima defensa, y lo peor que puede pasar en las presentes circunstancias es que en Santiago, donde  se han producido varios linchamientos de supuestos delincuentes, residentes de otros barrios y sectores donde también padecen  su  acoso imiten el ejemplo y organicen sus propias brigadas de vigilantes ¿Qué haríamos entonces con la Policía Nacional?

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