Los políticos dominicanos de este generación no se caracterizan, precisamente, por el esplendor de su oratoria, por la calidad y profundidad de sus discursos, sobrecargados de frases cohete y lugares comunes, por lo que ni emocionan ni convencen, y mucho menos inspiran. Y aunque parezca, en estos tiempos de clientelismo salvaje, de “dame lo mío” y dime por quién tengo que votar, que ya no necesitan enamorar al votante con sus palabras y sus propuestas, eso es tan solo una engañosa apariencia, como tantas otras provocadas por la mediocridad reinante. Parece, sin embargo, que todavía hay espacio para las excepciones, de lo que es un buen ejemplo el arquitecto Andrés Navarro, el último dirigente peledeísta en lanzarse en pos de la candidatura presidencial, y también el mas bisoño. En una conferencia pronunciada esta semana en la Universidad Tecnológica del Sur (UTESUR) el Ministro de Educación planteó que los políticos de esta generación, sin importar la organización a la que pertenezcan, tienen la gran responsabilidad de generar las oportunidades necesarias para convertir a la República Dominicana en un país de oportunidades. Y dijo también cómo alcanzar ese objetivo; a través de un contrato social entre todas las fuerzas políticas y todos los sectores sociales, que hasta ahora han sido incapaces de ponerse de acuerdo en el propósito de común de hacer un mejor país para todos. “Yo sí estoy confiado, creo firmemente y estoy seguro que nosotros podemos hacer de la República Dominicana el país de la esperanza para todos los dominicanos sin distinción, solo manteniéndose el compromiso de toda la sociedad”. Es un planteamiento atractivo y esperanzador, valga la redundancia, que nos hace pensar que Andrés Navarro puede convertir la calidad de su discurso y sus propuestas en un elemento diferenciador entre tantos candidatos y precandidatos que solo pueden ofrecer mas de lo mismo.