Como imagino que los imputados por recibir sobornos de Odebrecht presos en Najayo son en su mayoría católicos, bien sea practicantes “o de la secreta”, me tomo la libertad de creer que esperaban un poco mas de cristiana misericordia del arzobispo de Santo Domingo, monseñor Francisco Ozoria, quien se acaba de oponer públicamente a que se les trate con algún privilegio del que no disfruten los demás internos del centro. Monseñor Ozoria, que se sumó así al coro de voces que han criticado esos “privilegios”, advirtió que introducir esa práctica en un recinto de ese tipo podría afectar el nuevo modelo penitenciario, elogiado internacionalmente por el trato igualitario que da a los privados de libertad. ¿Pero son en realidad privilegios? Hago la pregunta porque, como ya habrán notado algunos, hay una polémica pública en pie en la que críticos y defensores de esos privilegios enfrentan sus argumentos, sin que esté muy claro todavía quien tiene la razón. Si los que defienden las comodidades de las que han sido dotadas sus celdas recordándonos que se trata de presos preventivos, y por tanto con derecho a recibir un trato diferente al que reciben los condenados de manera definitiva, o los que se oponen a que puedan tener celulares, televisores y neveras, entre otros enseres que hacen la vida mas cómoda y el encierro mas llevadero. Unos y otros no se pondrán nunca de acuerdo, por lo que no vale la pena enredarse en una discusión interminable. Pero la condición de presos preventivos, que constituyen el 65% de nuestra población carcelaria, tal vez sea un argumento inapropiado para justificar un tratamiento distinto a los imputados por Odebrecht. Porque eso significa, en buena lógica, que los presos preventivos por corrupción son mas preventivos que los de otros delitos, y eso ni es justo, ni es equitativo, y puede resultar fatal –como advierte monseñor Ozoria– para el Nuevo Modelo Penitenciario.