Que viva la mulatona

Que viva la mulatona

Están de moda las “discusiones antropológicas” acerca de “raza y carácter”; también se habla continuamente de pelo duro o crespo y de pelo lacio o blando; circulan críticas a las expresiones populares: pelo malo y pelo bueno; lo mismo que a la costumbre de alisarse el pelo y mantenerlo “planchado”, entre personas de raza negra. Crenchas, “rastas”, pajones, afros, han entrado en la literatura, en el folklore, en la política, en las ofertas de los salones de belleza. Desde hace 20 años, negrismo y blanquismo, hispanismo y africanismo se han constituido en ideologías militantes, que se usan para fomentar descontento en poblaciones birraciales.
Para saber que la República Dominicana es un país de mulatos no es necesario realizar ningún estudio genético o sanguineo; sólo hay que pararse en una “calle populosa” y ver pasar a la gente: hembras y varones, jóvenes y viejos, ricos y pobres, todos son mulatos, aunque no podamos determinar en qué proporciones son blancos, negros o indígenas; algunos son negros o casi negros; otros son blancos o casi blancos. El que es más negro, tiene menos blanco; el que es más blanco, tiene menos negro. Pero todos son “mezclados”. Las familias dominicanas son “multicolores”, como ha escrito Arthur J. Burks en 1932.
Pedro Andrés Pérez Cabral publicó en 1967 un libro titulado “La comunidad mulata”. Esa “percepción” de nuestra condición racial debió ser obtenida “por simple inspección”, como decían algunos investigadores ingenuos del siglo pasado. Somos una sociedad compuesta por mulatos desde mediados del siglo XVII. Por eso la corona española permitió que los mulatos dominicanos ocuparan cargos públicos. Lo cual contribuyó a disminuir los prejuicios raciales heredados de la colonización española. Esa atenuación de prejuicios dio impulso a una integración armoniosa de la sociedad dominicana.
Hemos idealizado la belleza y el encanto de “la mulatona”. Está presente en nuestra música, en la poesía, la pintura, la literatura. Esa aceptación colectiva: sensual y estética, ha sido causa del mayor desarrollo relativo de RD con respecto de Haití. La independencia de Haití fue una guerra social y racial. Los haitianos negros odian a los haitianos mulatos: un factor perpetuo de disociedad interna; un rechazo permanente a la inversión extranjera. ¡Viva la mulatona!

Publicaciones Relacionadas

Más leídas