Quejas y píldoras

Quejas y píldoras

La madre como albergue natural primario del ser en formación interactúa de manera dinámica con el feto, percibiendo e interpretando sus movimientos como evidencias de alegría o sufrimiento. Al nacer llora el niño y la fuerza de su llanto será una de las puntuaciones positivas del sistema Apgar que nos dice que tan sano vino al mundo el nuevo miembro de la familia. A partir de ese momento el grito y las lágrimas serán interpretadas como una señal de malestar corporal.
En la jerga galénica los hijos de Hipócrates identificamos como signos las evidencias físicas de anormalidades corporales y como síntomas las expresiones verbales de malestar que el paciente nos relata. Cuando el enfermo nos refiere estar padeciendo de episodios de dolores musculares, cansancio y falta de apetito lo anotamos como síntomas. Si le ponemos el termómetro y muestra una temperatura elevada diremos que la persona tiene fiebre. El profesional de la medicina reconoce un gran número de patrones de enfermedades basados en el cuadro clínico del enfermo. Con el auxilio de pruebas de laboratorio e imágenes se llega al diagnóstico de una entidad en específico, lo que permite formular una terapia apropiada para curar al paciente.
Pudiéramos considerar los signos y los síntomas como banderas de peligro que se levanta en la ruta de la salud de una persona, es decir son indicadores de que algo anda mal. La desgracia para el médico y también para el enfermo es la aplicación a ciegas de medicamentos para suprimir el dolor o la fiebre. Así escondemos una temprana señal de la dolencia; por ende, la enfermedad avanza sin que pueda detectarse a tiempo y atenderse de modo específico.
La cultura popular es la automedicación y el manejo sintomático de los pacientes. Rara vez llega un niño a las manos del pediatra sin que se hayan probado infructuosamente una serie de tratamientos caseros.
En el caso de los adultos, dependiendo del bolsillo habrá en casa un botiquín o mini farmacia para atender las urgencias hogareñas de salud. Para el dolor en las articulaciones tendremos a mano una pomada, ungüento o linimento. Si no podemos dormir contamos con el elixir o la pastilla para el sueño. Cuando sentimos ardor en el área estomacal tomamos una cucharada de equis digestivo o antiácido.
El problema se agrava cuando el médico ha olvidado los principios que se le inculcaron en su escuela de medicina y retoma lo que aprendió de niño en su hogar. Oye al quejoso y para cada síntoma le recetamos una píldora sin interesarnos en la razón básica responsable de la queja. Nada debe sorprendernos de ver a un paciente buscando cuatro o cinco productos para atender su desconocido quebranto de salud.
Feliz la industria de los medicamentos; prosperidad para las casas farmacéuticas y pobreza para los bolsillos de los usuarios que deben invertir una parte importante de sus ingresos en el alivio de sus males, muchas veces a costa de graves complicaciones producto de los efectos secundarios, verbigracia las úlceras pépticas sangrantes hijas de los analgésicos tipo aspirina, o del daño hepático resultante del abuso del acetaminofén.
¡Cuantos enfermos cardiacos o cancerosos han sabido tardíamente del mal que padecían, curable o manejable tras una detección temprana, pero escondido bajo la engañosa magia de las maravillosas píldoras cúralo todo!
La educación sanitaria y la atención primaria cambiarán ese círculo vicioso cultural.

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