Quepis, galones y barras

Quepis, galones y barras

JOSÉ ANTONIO MARTÍNEZ ROJAS
En el homenaje que le rindió el Colegio de Periodistas al director de este diario, Mario Alvarez Dugan, mejor conocido por su apodo de Cuchito, redactor de la famosa columna Coctelera, quedamos anonadados al contemplar la figura de un general de la Policía Nacional, el cual dentro del salón del Teatro Nacional tenía puesto el quepis rameado que indica su alto rango. ¿Por cuál emotivo nos sorprendió el atuendo de este oficial policial? Porque en nuestra juventud fuimos cadetes en una academia militar de los Estados Unidos de América y uno de los señalamientos básicos que nos enseñaron nuestros oficiales instructores era, que bajo techo, ni se saluda militarmente ni se debía tener cubierta la cabeza.

El señalamiento anterior parece que no se aplica a los policías y militares de nuestro país. Hemos visto, en la pantalla chica de la televisión, generales, coroneles y oficiales superiores, siendo entrevistados o dando declaraciones, con el quepis puesto hasta el entrecejo. Al parecer, este atavío debe ser considerado por ellos, como el complemento que imprime autoridad y respeto a su persona. ¡Nada más falso! Esta pantomima, sin ellos darse cuenta en ciertas circunstancias y hasta frente a otros militares extranjeros, puede ser objeto de burla. Esto lo observamos con motivo de la visita que hicieran tres fragatas francesas hace ya unos años, en donde el comandante de la escuadra, un almirante que había sido el último en resistir el cerco que en Dén Bién Phu (Indochina), le tendieron en el Golfo de Tonkin en 1954, las fuerzas vietnamitas del general Vo Nguyén Giáp a las tropas de ocupación francesa. Este almirante ofreció una recepción a bordo del buque madre. Su atuendo: un pantalón y camisa manga corta blancos sin portar armas y en su pecho, la medalla de la Legión de Honor que otorga Francia a sus hijos más meritorios. De su parte, el Jefe de Estado Mayor de la Marina de Guerra, contralmirante Rivera Caminero, se presentó con chaqueta militar, pistola al cinto, quepis, galones y una “ferretería en el pecho” de barras multicolores. Qué habrá pensado aquel héroe de cien batallas ante este derroche de galardones.

Cuando estudiaba en París, conocí al capitán Gaudi Jiménez, quien posteriormente llegó a general en su país natal de Venezuela. De paso, la primera persona que escribió en el Instituto de Altos Estudios Internacionales una tesis sobre la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo), ya que había sido ayudante del venezolano creador de este cartel petrolero. Me decía Gaudi, que cuando los militares dominicanos llegaban a Venezuela en la época de Trujillo, los venezolanos se quedaban con la boca abierta porque el atuendo era impresionante, comparado con los uniformes de ellos. Al parecer, este legado fue la herencia dejada por “El Jefe” a nuestras fuerzas armadas. Además, él fue el principal histrión con su bicornio emplumado, chaqué y maquillaje para parecer blanco, descendiente de nobles españoles y franceses, como lo afirmaron los plumíferos de la “Era”.

No sabemos cuán difícil es obtener una barra o mérito de las que se prenden en el pecho, pero es difícil ver en nuestros militares de sargento para arriba, que no ostente en su pecho algunas, por supuesto, de diferentes colores para que hagan juego con el uniforme. Creo que este despliegue de condecoraciones, en lugar de enaltecer o enorgullecer al que las exhibe, les causa un trauma cuando alguien le pregunta por el significado.

Creemos que hay militares, ya que sea por acciones heroicas o sobresalir en sus especialidades merecen ser destacados. Pero no debemos olvidar, que dado el tamaño y las limitaciones de nuestro país, nuestras fuerzas armadas no pueden exhibir logros en el campo de batalla. Tal vez alguno se haya destacado en la lucha contra el terrorismo o el narcotráfico, pero eso se compensa con un ascenso y una mejor remuneración.

Debemos terminar solicitándoles a los oficiales superiores, que no utilicen el quepis bajo techo como un pertrecho, o quieran destacar su figura con galones, barras y de “ñapa” una pistola al cinto. Deben imitar el ejemplo de los ejércitos de los países avanzados como el Reino Unido, Francia y los Estados Unidos de América, que cuando no están en servicio, no portan armas. Si ese deseo de la colectividad se cumple, cuántas desgracias se evitarían.

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