Quién recuerda a este lobo de mar que desafió a Trujillo aquí y desde el exilio y luego del tiranicidio regresó a defender la soberanía mancillada en 1965? Después se enfrentó a Balaguer en los inicios de sus funestos Doce Años y fue abatido por la espalda, desarmado. Se convirtió en el primer mártir de ese cruel mandato.
Su tumba está tan abandonada como su memoria. Paradójicamente se le recuerda con más admiración en Cuba. Fidel Castro, quien lo escogió para integrar la incursión del yate Granma a esa nación porque había conocido su arrojo en 1947 cuando formó parte de la fracasada expedición de Cayo Confites, no solo exalta su intrepidez, también lo extraña.
Sobre Ramón Emilio Mejía del Castillo (Pichirilo), fundador del Movimiento Popular Dominicano en el destierro, se han publicado dos libros, uno de autora cubana y otro de dos dominicanos. Sin embargo, es mucho lo que falta por decir de este guerrero, luchador incansable por la libertad, desafiante, impulsivo, dichoso sobreviviente de múltiples aventuras arriesgadas.
Este año se cumplió el 50 aniversario de su asesinato. Compañeros de hazañas y batallas le han rendido tributo en actos que no han tenido trascendencia. Es un olvidado. No hay calles, avenidas, monumentos ni escuelas con su nombre. Nadie se ha ocupado de rescatar su ejemplo. El nombre de la tarja en su sepultura lo han borrado el sol, las lluvias, el tiempo.
José Antonio Cuevas (Papi), Ramón Agustín Pinedo Mejía (Monchín) y Juan Thompson, miembros del Comité de Homenaje, fueron entrevistados para rememorar la vida de Pichirilo. Monchín, primo del mártir, habla de su infancia. Thompson, su guardaespaldas, conversa sobre el político revolucionario y descubre facetas humanas. Cuevas refiere las actividades.
El mar lo absorbió. Pichirilo, Pichi, el comandante Pichirilo, el “domador de los mares”, el amigo de Juan Bosch, del Che Guevara y de Albizu Campos, nació en La Romana y hay discrepancias en cuanto al año. Dicen que en 1921, 1922, 1923… En lo que hay unanimidad es en que fue el 12 de febrero, hijo de Francisco Mejía Veliz y Patria del Castillo Gavino.
El apellido era Piccirillo, por Francesco Piccirillo que vino desde Italia. Se convirtió en Pichirilo por el uso. Fue una familia tan influyente que le compusieron el merengue “¿Quién no quiere ser Pichirilo?”, pero Trujillo lo prohibió cuando ellos se le opusieron. Los que no se fueron del país debieron cambiarse el apellido. En República Dominicana Pichirilo es sinónimo de bien vestido, elegante.
“Pichi no llegó a completar el bachillerato, el mar lo absorbió, pasaba los días navegando, ayudando en la fabricación de yolas, botes, balandros, barcos, se convirtió en uno de los marinos preferidos de mi abuelo, Agustín Pichirilo, pescador y carpintero de embarcaciones. Todos eran grandes nadadores, Francesco se ponía un cuchillo en la boca, se lanzaba al mar y salía con un tiburón en la mano”, cuenta Monchín.
Agrega que como capitán del balandro San Rafael, Ramón Emilio estableció contacto con antitrujillistas, conoció a Mauricio Báez y participó en la huelga azucarera de 1946 “y por eso mi abuelo se lo llevó a alta mar para alejarlo”. Otros amigos desafectos fueron Pipí Ortiz, Roberto McCabe y Pipí Hernández, asesinado en Cuba por órdenes de Trujillo.
En sus viajes, Pichirilo llevaba y traía informaciones de los exiliados, fue detectado, se lo confiaron a Joaquín Mejía, su tío, y el intrépido navegante debió quedarse en Curazao con la advertencia de que no regresara. “Cuiden a Pichi, que lo van a secuestrar”. Desde Curazao viajó a Venezuela, México y Cuba donde se unió a los expedicionarios de Cayo Confites.
Fundó el Movimiento Popular Dominicano para arreciar la lucha contra la tiranía trujillista junto a Máximo López Molina, Tiberio Castellanos, Julio César Martínez, José Moscoso, Esperanza Font, Pablo Antonio Martínez “pero como era muy inquieto y ya habían liberado a los arrestados por el asalto al cuartel Moncada, en 1956 se fue a México a reencontrarse con Fidel, quien al verlo exclamó: ‘¡Llegó quien va a ser mi contramaestre en el Granma!”, manifiesta Monchín. Comenzó a entrenarse hasta el 25 de noviembre cuando salieron para el oriente de Cuba, Pichirilo como primer oficial de navegación. “Se convirtió así en un combatiente solidario, internacionalista”.
El 5 de diciembre salieron más de 80 hombres que fueron recibidos con bombardeos del ejército, Pichirilo se internó en el monte y salvó su vida. “A Sierra Maestra solo subieron 12 o 13 con Fidel”, afirma.
Semanas después el legendario Pichirilo entró a La Habana y vivió ocultándose hasta que se asiló en la embajada de México en 1957. En diferentes países procuró armas para Sierra Maestra mientras lo buscaban Trujillo y Fulgencio Batista. Nunca rompió el contacto con los antitrujillistas, especialmente con los de Cuba y Venezuela. Desde allí viajó a Cuba para venir en las expediciones de junio de 1959, lo que no fue posible.
Después del triunfo de la Revolución cubana trabajó en el Ministerio de Gobernación, fue administrador de una fábrica de bidones y otra de aluminio y jefe de un almacén, según consigna Daily Sánchez Lemus en su libro “Pichirilo, El dominicano del Granma”.
Libró de la muerte a Roque Núñez, que cayó al mar durante la travesía del Granma y auxilió al Che Guevara herido al pisar tierra. “Fue asistente del Che en el ministerio y este le asignó viajes en barcos a Canadá”.
Pichirilo ansiaba volver a su Patria, ver a su familia. Regresó en 1963 y dos años más tarde se elevaría su estatura revolucionaria en la Guerra de Abril.
Tuvo un hijo cubano, Abel Mayarí Expósito, y dos esposas cubanas, Helia Mingusia del Calvo Rodríguez y Dorailis Vila. Aquí fue su compañera Gertrudis, en la calle Arzobispo Meriño esquina Restauración, donde ahora fue levantada una tarja.
“Nuestro comandante está olvidado porque desde Trujillo hasta el presente se ha querido borrar la memoria de los que lucharon a favor de la democracia y la libertad de este pueblo”, exclamaron los entrevistados. Proponen que se designe en su honor la plazoleta de San Antón. “No hay nada con su nombre ni en su pueblo. En el barrio Miramar deberían construir la Plaza de la Revolución y escribir su nombre”.
Fidel escribió el prólogo del libro de Sánchez Lemus y recordó la trayectoria de ese “hombre de mar, menudo, con el rostro curtido por los rayos del sol”. Agregó que “nadie más que yo agradecería una biografía de Ramón Emilio”.
Bosch condenó su muerte. “Es una mancha deshonrosa en la historia nacional, porque él era un héroe”.
El único homenaje conocido es la canción que le compuso Luis Días: “Oye Pichirilo, vuelve a tu comando por un momento/ que los americanos están pidiendo un cese de fuego…”. Entrenó soldados y luchó en el comando de La Puerta de San Diego.
Thompson cuenta que les reiteraba: “Yo no soy comunista”, aunque fue fundador del MPD. Monchín explica que “tuvo contradicciones en Cuba con el Partido Unificador Comunista Cubano, pero más con la gente del PSP cubano, que era de tendencia soviética”.