La República Dominicana está entre los países de América Latina que tienen un mayor porcentaje de jóvenes “ninis” (que ni estudian ni trabajan), superior al 20 por ciento, según revela el Reporte Economía y Desarrollo (RED 2016): Más habilidades para el trabajo y la vida: los aportes de la familia, la escuela, el entorno y el mundo laboral.
El porcentaje de jóvenes “ninis” en el país es superior al 20 por ciento, mientras que el promedio de América Latina es inferior a ese porcentaje.
Los dos casos de países en la región con menos jóvenes que no estudian ni trabajan son Bolivia (13.0%) y Perú (14.1%).
En cambio los cinco casos con mayor porcentaje de “ninis” son Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua y la República Dominicana.
El bajo porcentaje de jóvenes “ninis” en Bolivia y Perú quizá se deba, según el informe, a que en sus áreas rurales (donde habita una fracción importante de la población) a pesar de que la participación de los jóvenes en el sistema educativo es bastante baja, alrededor del 75-80% de los jóvenes declara trabajar.
En cambio, en el caso de los dos países con mayor porcentaje de “ninis”, que son Honduras (26.8%) y Guatemala (27.7%), su situación puede deberse a que en estos países de América Central se observa que en áreas rurales la proporción de “ninis” es muy elevada (tanto en términos absolutos como en relación a la incidencia en áreas urbanas).
El informe explica que un aspecto notable de la dinámica de este fenómeno en América Latina es el cambio en la importancia relativa de la cantidad de mujeres “ninis”. Tanto en cantidades como en porcentaje, el fenómeno ha ido perdiendo su identidad femenina que lo caracterizaba fuertemente hace dos décadas: mientras que el porcentaje de mujeres que era “nini” pasó del 35% en 1992 al 26.3% en 2014, el porcentaje de hombres “nini” no se modificó a lo largo de este período e incluso aumentó levemente.
Sin embargo, hoy sigue siendo cierto que la mayoría de los jóvenes “ninis” son mujeres (aproximadamente 2 de cada 3).
Todos estos desafíos en el desarrollo económico de América Latina están íntimamente vinculados a falencias de capital humano, es decir, a debilidades en la formación de habilidades cognitivas, socioemocionales y físicas de la población.
Este reporte muestra que tener más habilidades implica un trabajo de mejor calidad y ser más productivo, contar con mejor estado de salud física y mental, participar más activamente en la vida cívica, completar más años de educación, sentir mayor satisfacción con la propia vida, entre otros aspectos del bienestar personal.
En lo social, una población con más habilidades tendrá menos problemas para coordinar decisiones colectivas, lo que ayuda a tomar mejores decisiones de política pública y a tener menores niveles de conflictividad social. Además, un mayor nivel de habilidades para toda la población significa sentar bases sólidas para la igualdad de oportunidades y para una distribución de los ingresos más equitativa.
Estos aspectos sociales, sumados a la mayor productividad laboral, repercuten en crecimiento económico y mayor bienestar general.
La evidencia sugiere que son justamente las diferencias en la calidad del capital humano (en las habilidades) las que mejor pueden explicar las diferencias entre el sorprendente crecimiento del sudeste asiático y el lento avance del PIB en América Latina desde 1960.
Este reporte destaca también que, a diferencia del capital humano medido por años de educación, las habilidades para el trabajo y la vida no solo se forman en las instituciones educativas.
La familia, el entorno físico y social (por ejemplo, el barrio o comunidad) y el mundo laboral son también ámbitos de crucial importancia en la acumulación de habilidades. En estas cuatro instituciones se da el proceso de cambio y maduración de las capacidades de las personas, en un proceso acumulativo y continuo. Sin embargo, hay dos etapas de la vida que cobran mayor relevancia en la formación de los pilares del desarrollo cognitivo, socio emocional y físico de las personas: la primera infancia y la juventud.
Por lo tanto, invertir en los más jóvenes hoy puede traer grandes beneficios mañana. Esta posibilidad es de una extrema importancia para una región como la nuestra, relativamente joven, y que todavía puede explotar las ganancias del denominado “bono demográfico”.
El informe advierte que América Latina necesita profundizar sus esfuerzos en la formación de capital humano.
Todas las dimensiones del retraso relativo de la región (crecimiento lento del PIB, baja productividad de los trabajadores, niveles altos de violencia, baja calidad del hábitat, entre otros) están justamente vinculadas a déficit de inversión en el capital humano, señala el citado informe RED 2016.