Rechazo a la corrupción

Rechazo a la corrupción

La avalancha de encuestas que se llevan a cabo en estos tiempos electorales ya no dejan de lado la importancia de la corrupción. En las encuestas del pasado lo incluían como un tema de escasa importancia y secundario, sin darle la primacía que debía tener en el país.
La ocurrencia de los actos dolosos en diversos niveles gubernamentales, ahogan y dislocan un tema que no se trataba con la seriedad que debía tener. Y eso por las simpatías que hacia los corruptos tienen la mayoría de los dominicanos, que ya muchos quisieran poder disfrutar de esas prebendas, distribuidas para asegurar las lealtades por los políticos que disfrutan de los cargos más elevados en un gobierno y saben aprovecharse a manos llenas de las posiciones.
Sin embargo, la indiferencia hacia el tema de la corrupción, por los que debían reforzar la honestidad de la sociedad, ha ido cambiando en los últimos meses. Ahora es un tema prioritario en la campaña electoral que se inicia. Ya hubo un aviso de un dirigente evangélico que pide publicar en las iglesias la lista de los candidatos corruptos apoyadores del aborto, matrimonios de los gays, hasta la carta pastoral del Episcopado dominicano, que siempre se emite para los días cercanos a la celebración del Día de La Altagracia, con valentía recalca con más tesón el vicio de la corrupción de los políticos.
Existe una sensación de que hay una toma de conciencia, y amplios sectores, que no se benefician de la corrupción, están esperanzados por el rumbo que podría llevar el país al ver que antes nadie se interesaba por las opiniones y posiciones de los que se atrevían a denunciar la corrupción oficial, pero ahora se va sembrando un propósito de no quedarse callado. Se aceptaba de forma pasiva las bellaquerías de lo que hacen y deshacen los políticos con los recursos que son de todos y deberían dedicarse al mejoramiento colectivo.
También para amortiguar los grandes abismos sociales que afectan la sociedad pero son más graves por el nivel tan elevado del peculado existente.
El presidente Medina es su discurso electoral del pasado domingo 31 ha tomado conciencia de la preocupación de la opinión pública acerca de la transparencia. La corrupción arremete en contra de su administración, que aun cuando no conmociona a sus más señeros colaboradores de su confianza, hay otros que no se les puede sacar su comida aparte, como se dice popularmente, ya que en poco tiempo, después de ser nombrados están dando muestras de sus aptitudes para “administrar” los fondos públicos que no compaginan con sus ingresos legales.
Ya el presidente Medina se pronunció como un abanderado de las manos limpias de los presidentes, a la que han recurrido ellos en el pasado reciente para poner distancia entre ellos y a los que se señalan de su administración que cometen actos dolosos. Por cuanto la corrupción gravita en el quehacer político y es parte consustancial a la naturaleza de los políticos que como servidores públicos buscan una y mil maneras de agregar ingresos extras. Tales ingresos le permiten no ser los pendejos como se les señalaría si salen con las manos limpias.
Sería posible, y así ha sucedido en el pasado, que pierdan el cargo cuando con su comportamiento de honestidad humilla a sus otros colegas funcionarios que ya están manchados. Es que no es conveniente tener muy cerca a un ejemplar humano, que como animal prehistórico, resista sumergirse en el estercolero de la corrupción estatal.
Estas serán las primeras elecciones en que el tema de la corrupción tiene un rol de principalía. En el pasado ninguno de los participantes en las elecciones no daban a conocer con sinceridad ni atacaban al rival con el tema directo del cohecho para conocer cuál sería su comportamiento. Y es que en el pasado era un acuerdo casi tácito entre ellos de no pisarse la manguera, como dice el refrán al referirse a los bomberos. Se prefería siempre dejar ese tema de lado y quizás solo tratarlo en las participaciones formales ante auditorios especializados, ya fuera de empresarios, religiosos, economistas o en el jolgorio alimenticio para recaudar fondos para la campaña en base a aportes de varios millones de pesos por los comensales, que con ese aporte asegurarían una participación futura en un gobierno “limpio” ya fuera como funcionario o proveedor predilecto del Estado.

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