Recordando al Padre Mateo Andrés, S.J.

Recordando al Padre Mateo Andrés, S.J.

¡Queridos!  Palabra dulce con la que nos saludaba  al comenzar sus cursos y también en lo personal: una de sus ‘caricias’ para acercarse.  Por experiencia propia sabía bien que todos tenemos ‘un fondo emocional negativo’, ese que sé yo que nos desvaloriza y nos hace temer,  defendernos, irritarnos… ¡Queridos!: ¡esa palabra nos desarmaba!

Podríamos hoy quejarnos ante su abrupta partida –aunque desde hace algún tiempo le aquejaba esta enfermedad que suponíamos bajo control -todo sucedió en menos de seis días.  Pero esto sería como concentrarnos en la porción de la botella ya vacía, por su ausencia. ¡Y él nos alertó tanto contra eso! Él siempre nos animaba a enfocar la dicha de tener y disfrutar la mitad de la botella que aún nos queda, así que en su honor, solo podemos dar gracias a Dios de habernos regalado un sacerdote, un guía espiritual, un maestro de tanta luz y dedicación.

A lo largo de su vida siempre estuvo acompañándonos, instruyéndonos, animándonos, por eso hoy rememoramos aquellos momentos compartidos en sus cursos  – que nunca queríamos que llegaran a su fin – allá en el Colegio Loyola, que fueron instrumentos de Dios, un primer paso hacia la transformación de tantas vidas.  Así también en la profunda espiritualidad de los retiros  en Manresa  año por año, donde las muchas revelaciones y consejos manifestaban cómo el Señor le utilizaba para la sanación interior de las personas y de las relaciones.  Cuántas personas encontraron el camino hacia mejor auto-estima, cuántas parejas de matrimonios resolvieron sus conflictos, cuántos consejos valiosos para la educación de nuestros hijos,  cuánto más en el plano espiritual!

Además, forma parte de esa mitad  bien llena los muchos libros que nos dejó, tratando de explicarnos cómo mejorar en la búsqueda de la felicidad, de nosotros mismos, del hermano y de Dios. Al abrir estos libros sus páginas dejan salir su voz pausada, suave, pero firme, martillando en nuestros oídos  ante las situaciones de dolor, – como ésta de su partida – y ante situaciones que nos provocan inconformidad y que no podemos cambiar, su recomendación: aceptarlo, dejarlo ser, dejarnos conducir a través de estos mismos sucesos, a la felicidad y a la paz. 

Cuántos momentos de meditación compartida por años en los grupos de parejas y familias que fueron floreciendo a su alrededor,   le acorralábamos a veces muy a pesar suyo…Dar de sí mismo ‘a fondo perdido’, esa fue su vida:   Hijita – me diría, con esa mirada suya, no queriendo aceptar  estos elogios.

Pero son muy pocos, en el Seminario Santo Tomás de Aquino tendrán muchos más   que añadir para el padre Mateo,  allí donde formó tantos sacerdotes para nuestro país.  Cómo no recordar la vivencia de ese ‘dar’ que nuestro querido padre Mateo nos enseñó, y que bajo su tutela y junto al ex rector del Seminario, padre Fausto Mejía,  nos llevó a  compartir felices la preparación y celebración de la Cena Pan y Vino de cada año.

Siempre me maravillaba ante su ilimitada capacidad para desmenuzar y comunicar la palabra de Dios,  haciéndola más digerible, facilitándonos  hacerla real en nuestra vida cotidiana. Llegamos a pensar en algún momento que debíamos grabar las homilías de la Misa que celebraba regularmente días de semanas y domingos, pero más que grabarlas en casetes o CDs quisiera haberlas sembrado en algún lugar interior donde la memoria pudiera  rescatarlas a menudo.

Hombre disciplinado, estricto en los horarios y poco dado a los piropos y suavidades sociales. Sin embargo siempre fue cercano, familiar, siempre dispuesto a escucharnos atentamente, pues para el padre Mateo “escuchar es la mejor forma de amar”.  Le percibimos auténtico, franco y verdaderamente interesado en facilitar el  ‘bien sentir’ de las personas, que era lo que motorizaba todo lo que hacía, cursos, libros, retiros, programas de televisión:  ¡Gracias por hacernos llegar amor tan peculiar y efectivo!

Sabemos que ser feliz depende de nosotros mismos, y aunque su ausencia nos lo hace muy difícil,  más que recordarle ausente, le tendremos muy presente en las situaciones que aún hoy nos reten pues estoy segura de que en medio de nuestro fondo emocional negativo volverá a escucharse esa voz alentadora, arropada de su sabiduría:  ¡Queridos…!

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