Recuerdos de mis años universitarios

Recuerdos de mis años universitarios

En días pasados me encontré con un compañero de estudios de los que nos graduamos de la última promoción de ¨saco y corbata¨, indumentaria que era obligatoria para asistir a las aulas de la Universidad de Santo Domingo (USD), en la mal llamada ¨Era de Trujillo¨. En la actualidad, con la democratización y el advenimiento del fuero universitario que le otorga su autonomía, los estudiantes asisten en mahones, camisetas y hasta en los calzados denominados “pisa sica”.

Recordamos los momentos aciagos que pasamos cuando reconocíamos un ¨calié¨, los cuales eran fácilmente reconocidos por el bulto debajo del saco, fuere un revlolver o una pistola. El problema era que no los podíamos repudiar, ya que se corría el riesgo de que en represalia te denunciaran y ahí le caía al infeliz, “gas morado”.

Al conocerse la invasión del 14 de junio de 1959, –la USD, que en ese entonces contaba con una matrícula de alrededor de 3,000 estudiantes– se convirtió en un hervidero de rumores con relación a los combates que se desarrollaron, inicialmente en las lomas de Constanza y a partir del 19, en Maimón y Estero Hondo en la costa norte del país. Por supuesto, los comentarios se hacían entre los amigos más íntimos, ya que si éramos sorprendidos por un delator, de seguro seríamos enviados a la cárcel pública de La Victoria.

Estando en el tercer año de la carrera de derecho, apareció un buen día en el baño de la facultad–que en realidad era la de Medicina– un pequeño letrero con la inscripción: “Abajo Trujillo¨. No me había percatado que se habían presentado al pie de las escaleras, dos vehículos enrejados de los que se denominaban “perreras”. Al notar que todos los estudiantes que bajaban las escaleras eran introducidos a patadas, observé que venía el profesor José Manuel Machado y me acerqué a él para hacerle una pregunta de la materia que nos había impartido esa tarde. Me detuvo en seco, al manifestarme que tenía prisa, pero al observar de soslayo el operativo policial, me dijo: “entremos pronto al aula porque hasta yo corro peligro”.

Carlos Sánchez y Sánchez era el profesor de Derecho Internacional Americano y en esos días le habían puesto un Foro Público y decidió, frustrado, desahogarse con los estudiantes tomando una posición muy abusiva, llegando a jactarse de haber suspendido dieciocho condiscípulos en fila. Entonces, le tocó el turno para examinarse a un estudiante de Moca, que hablaba como muchos cibaeños con la “i”. Le salió en la tómbola el tema: La Mar Territorial. Cuando inició su exposición se refirió al tema como “La mai territoriai”. El profesor le inquirió de nuevo y cuando este repitió de igual modo, visiblemente iracundo le preguntó: ¿Cuál es el animal más grande de la selva? y al contestarle el elefante, le espetó: ¡pues párese elefante!

En la facultad de Ingeniería, el profesor Ruiz Castillo era muy severo y padecía un tic nervioso que le obligaba frecuentemente a decir “um”. En un examen, le hizo una pregunta muy difícil a un estudiante quien no pudo contestarla. Entonces le pidió que trazara en el pizarrón una línea recta y cuando llegó a la puerta le dijo: “siga por ahí mismo”.

Estando estudiando en París me reunía con un gran amigo que se llamaba Francisco “Frank” Logroño, quien se había graduado unos años antes que yo. Era muy jovial y me contó la siguiente anécdota. El profesor de Derecho Penal era Leoncio Ramos, quien a veces fanfarroneaba por haber sido juez en La Vega y les narró que en una ocasión en audiencia, condenó severamente a un individuo que según él tenía todas las carecterísticas del hombre criminal de Lombrosio. Este le amenazó de muerte una vez saliera de la prisión. Al cabo de unos años fue indultado y persiguió al profesor Ramos en forma intimidante, con un cuchillo en la mano izquierda y un revólver en la mano derecha. El profesor, presto le fue encima y con su mano derecha le agarró la del puñal y con la izquierda le sujetó el revólver. Entonces Frank, de manera jocosa le preguntó: “Profesor ¿y con la otra?”, ¡lo agarré por el cuello! Bueno, como dice el refrán, recordar es vivir.

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