Las redes sociales se han adentrado a nuestras vidas de una manera asombrosa. Según We Are Social, hay cerca de 2,100 millones de personas con cuentas activas en las diferentes redes sociales. En el artículo anterior vimos el gran potencial para las empresas e instituciones, y su alcance social. Hoy, hablaremos de sus impactos en el desarrollo de los niños y jóvenes, puesto que estos son el demográfico más impactado por estas plataformas. Según la prestigiosa encuestadora Pew, hasta el 90% de aquellos encuestados entre 18-29 años utilizan redes sociales. Evidentemente, habrá ventajas y desventajas.
La revolución tecnológica ha sumergido a las nuevas generaciones en un mundo que se reinventa constantemente. Desde videojuegos a teléfonos inteligentes, el joven común recibe informaciones al instante, especialmente en redes sociales, las cuales procesa, con una destreza superior a las generaciones anteriores. Definitivamente, el uso de redes sociales ha desarrollado la inteligencia fluida de sus usuarios, es decir, su habilidad para percibir situaciones y encontrar soluciones en escenarios antes desconocidos. Por esto, es común ver a adolescentes realizando varias tareas a la vez y obteniendo informaciones esenciales de artículos, videos, fotos, y toda clase de media con apenas mirarlos unos segundos. Esta agilidad mental es muy práctica en estos tiempos.
Además, no podemos ignorar el hecho de que estas plataformas permiten a los jóvenes encontrar individuos con gustos similares con los cuales pueden interactuar, crear amistad y perseguir cualquier clase de pasión. Una red social alivia las transiciones naturales de la vida que te exigen cambiar de colegio o mudarte de ciudad, perdiendo el contacto con amistades que, en el momento, son imprescindibles. Por ejemplo, Facebook tiene una plataforma para video-llamadas gratis entre usuarios. Un estudio publicado en Personality and Social Psychology Bulletin sugiere que los estudiantes universitarios se sienten menos solitarios, aunque cuentan con menos amigos, pero esto puede ser explicado con el hecho de que la tecnología estimula la individualidad y acentúa la importancia de la autosuficiencia.
No obstante, últimamente, han surgido preocupaciones sobre los peligros de estas plataformas. Recientemente, Pew publicó dos reportes titulados: “Padres y redes sociales” y “Adolescentes, tecnología y amistades” y concluyen que:
a, Uno de cada 3 padres ha tenido preocupaciones sobre el uso de la tecnología de sus niños en el último año.
b. El 57% de los adolescentes, entre 13 y 17 años, ha hecho un nuevo amigo on line y 20% ha tenido un encuentro con el mismo.
Desde el punto de vista de la crianza y la personalidad, algunos de los riesgos serían:
1. Ansiedad de fama: Interés desmedido en conseguir aprobación en el mundo social, estimulando el egocentrismo y consumismo.
2. Invasión de la privacidad y aflojamiento de la vida privada: los hijos están, naturalmente, confundidos acerca de qué información se debe compartir y los límites éticos apropiados a la hora de expresarse.
3. Alejamiento de las familias: Pew indica que jóvenes entre 13 y 17 años dejan de utilizar Facebook en favor de Instagram y Snapchat para liberarse de la opinión y seguimiento de sus padres.
4. Depresión por comparación: la imagen idealizada que publican los demás puede confundir a nuestros niños y hacerlos sentir que llevan una vida miserable.
5. Pornografía y mercadeo peligroso: es fácil dar con imágenes y contenidos no apropiados. Un ejemplo es la campaña del Estado Islámico a través de las redes sociales donde muestra imágenes y videos altamente violentos y desgarradores.
Es necesario que los padres ayuden a los niños y a los adolescentes a navegar en este mundo social interconectado de manera que los puedan proteger de acciones de las que puedan arrepentirse en el futuro. Nuestra propuesta es que se logre tomar en cuenta los peligros que acechan a los usuarios y, a la vez, aprovechar sus extraordinarias posibilidades. En el próximo artículo veremos las amenazas que trae consigo el mal uso de las redes sociales desde el punto de vista de la seguridad.

Investigadora asociada: Julissa Lluberes.