Reescritura, erudición y efecto de lo real

Reescritura, erudición  y efecto de lo real

En Francia, según cuenta la memoria literaria, cuando se dio a conocer el relato de Jorge Luis Borges “Pierre Ménard, autor de El Quijote”, hubo quienes trataron de informarse sobre la existencia de ese erudito provinciano que se había propuesto reescribir, por no decir copiar, El Ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Hubo los que cayeron en la trampa del efecto de lo real, los que se dejaron engañar por la erudición que le atribuía el narrador al personaje y también los que pensaron que un erudito francés, sobre todo provinciano, era capaz de escribir de nuevo una obra monumental como la de Miguel de Cervantes.

Todas las interpretaciones posibles son válidas si se toma en cuenta, sobre todo, que toda obra, aún la de mayor nivel fantástico, crea lo que Roland Barthes llama un efecto de lo real. Se sirve de los elementos reales juntos con los que establece la ficción para producirlos. Si se aprecian los elementos descriptivos del texto de Borges: un erudito con nombre, apellido, dirección postal y nacionalidad; si se asocia cuanto precede a la existencia de una tradición intelectual en las provincias francesas, es lógico que un lector o intelectual, ¿por qué no?, naïf piense que ese personaje existió realmente; pero también es plausible que otros lo tomaran como una burla a cierta corriente literaria que siempre ha existido en la literatura universal en general y en la francesa del Siglo de las Luces en particular.

Borges en este caso, y muy a menudo en su obra de ficción, muestra su maestría narrativa en el manejo de la falsa erudición, la cual es igualmente un efecto de real. A partir de las informaciones que nos proporciona el texto sobre Pierre Ménard: una biblioteca con tales y cuales títulos, varias obras publicadas por tal o cual editora, clasificadas en la Biblioteca Nacional de París bajo tales signaturas, es casi imposible poner en duda que ese personaje del sur de Francia, de Niza precisamente, no haya existido pura y simplemente. De manera que alguien que posea semejante cultura podía sumarse a la tradición francesa de los siglos XVII al XIX que reescribían obras de teatro extranjeras. Para muestra: Molière y Don Juan, Lassalle y Gil Blas de Santillana, Víctor Hugo y Corneille con El Cid, entre otros.
Una teoría que tuvo éxito en Francia es la que trata de demostrar que las piezas de teatro extranjeras debían ser reescritas, en vez de traducirlas y adaptarlas, porque pasaban mejor en el escenario francés. Esto es comparable con lo que sucede hoy día en el cine norteamericano. Los remake de Hollywood corresponden con lo que se hacía y se hace en literatura. Nikita de Jean-Luc Besson fue rehecha en Estado Unidos, A bout de souffle de Jean-Luc Godard, también, así como dramas y comedias de otras nacionalidades…
Ahora bien, “Pierre Ménard, autor de El Quijote” es en sí una teoría de la literatura de Borges. Si nos detenemos a estudiar, aunque sea someramente, su obra literaria, en particular la de ficción en prosa, nos damos cuenta inmediatamente que por lo general esta se constituye de vivencias librescas. Historia universal de la infamia o varios textos de la colección de cuentos de El Aleph, por ejemplo, se inscriben en la teoría que se desprende de “Pierre Ménard…” ya que en este relato debemos conjugar la reescritura, que va de par con la erudición, con la historicidad del texto. La explicación se impone. El narrador de “Pierre Ménard…” cuenta que si El Quijote de Cervantes comienza: “En un lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme vivía no ha mucho tiempo…” El de Ménard era diferente pues se iniciaba: “En un lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme vivía no ha mucho tiempo…” No es necesario establecer la diferencia, porque no existe. Las palabras son las mismas, es el mismo texto. En una palabra, se trata de una copia, en buen romance, de un plagio. En este caso específico no se puede ver como un plagio sino como una reescitura o, si se quiere, como una lectura de una obra que había sido escrita y publicada en el siglo XVII. En el mundo real volver a “escribir” una obra antigua es un plagio o, en última instancia, una locura. Sin embargo, en una obra de ficción esta acción trata de demostrar una teoría: la historicidad de la reescritura. Reescribir El Quijote aún con las mismas palabras que el original hoy día propone otra lectura.
En “Pierre Ménard, autor de El Quijote” la teoría de la reescritura ha sido llevada al extremo. Se le asemeja con el plagio. Cada época reescribe la literatura precedente. Nunca se ha dejado de reescribir a los clásicos griegos y latinos. Grandes escritores del recién finalizado siglo XX lo han hecho con éxito revolucionando incluso la novelística contemporánea, Ulises de James Joyce puede alegremente servirnos de ilustración. Si Borges llevó al máximo su teoría de la reecritura, Alexandre Dumas decía que en literatura había que robar, pero con asesinato, para no dejar rastro. Esa es y será siempre la literatura: un robo recurrente y, si es necesario, con circunstancias agravantes…

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