Reflexiones en torno al XXII Concurso E. León Jimenes

Reflexiones en torno al XXII Concurso E. León Jimenes

Siempre ha existido y existirá inconformidad con los jurados de todos los concursos, y si nos referimos particularmente a los de arte, mucho más todavía, pero en los últimos años en nuestro país existe una verdadera crisis que sería prolijo enumerar en unas pocas líneas (a ojos vista está la muestra), sin embargo intentaré brindar una opinión personal pero objetiva de cuanto acontece acerca del tema que nos interesa, las bienales de artes visuales, y siendo más específico, el Concurso de Arte E. León Jimenes, cuya última edición, la XXII, no escapa a dichos cuestionamientos.

Ante todo debo decir, para ser justo, que desde hace más de cuarenta años en el Concurso de  Arte E. León Jimenes, el artista dominicano ha encontrado un magnífico escenario en donde canalizar sus inquietudes y talentos a través de sus creaciones plásticas o visuales, el cual ha servido de basamento para erigir magníficas carreras tanto en el ámbito nacional como el internacional, creando esa institución con dicho legado un tesoro de inestimable valor artístico y espiritual, acervo éste que se magnifica con las instalaciones que albergan al Centro León, obra monumental donde las haya y que es un testimonio viviente de la fe inquebrantable que esta distinguida familia y empresa ha puesto para el disfrute y formación intelectual del pueblo dominicano.

Aunque pareciera una opinión interesada de quien suscribe estas líneas el criticar dicho evento, ya que he concursado en este certamen sin haber obtenido ningún galardón (la categoría en la que participé, escultura, la dejaron desierta), sólo me mueve el interés de que en el seno del mismo se reflexione a fin de que siga siendo un referente de las artes visuales del país y, porqué no, de toda la región.

Sin embargo enumeraré algunos puntos que ojala alguien  los pueda ponderar a fin de abonar el terreno y se cristalice en el mismo un sano debate, debate este que ayudará a realizar mucho mejores entregas en posteriores ediciones, y son:

1)- Existe un problema grave en la selección del jurado, tanto de los que eligen las obras a participar como del mismo jurado de premiación, en donde prima en demasía, según el criterio de algunos notables entendidos de arte del país, el juicio de los extranjeros (y no es que sea una opinión xenófoba –respeto y admiro a una personalidad de las credenciales académicas de la señora Dalmace-  pues una visión de un jurado que no conozca o conozca muy poco del arte nacional, más que ayudar al concurso, distorsiona el sentido  llevándolo por derroteros que le sean más potables al conocimiento que este jurado pudiese inferir de lo que es el arte nacional, buscando más los ecos de las modas que se imponen de manera dictatorial internacionalmente, que de lo que ha sido el devenir y la evolución de nuestro lenguaje plástico y visual de acuerdo a nuestros recursos y referentes históricos.

2)- En este concurso de una manera u otra se empujan las tendencias, se imponen de manera artificial los criterios (aunque hay que reconocer que esto no es un fenómeno local sino que es algo muy común a nivel mundial), y ello se evidencia con las conferencias que se dictan desde el Centro León a la víspera de dicho concurso, en donde estudiosos, críticos, curadores, artistas, etc., van abonando el terreno de lo que se espera sea el concurso de acuerdo a las tendencias y temáticas que se quieran privilegiar, ya sea si lo que esté en boga sea la temática antropológica, la denuncia social como la violencia de género, el problema de la identidad y de las migraciones, etc., etc., dejándole un limitadísimo espacio para que el artista independiente de bandería ideológica o estilística logre calar con su propuesta, ya que, al salirse de los cánones previamente establecidos, éste queda irremisiblemente relegado con un rechazo de su obra o fuera de concurso con una declaración desierta (que al fin y al cabo viene siendo técnicamente lo mismo), al no estar la obra de los que no siguen dichas tendencias firmemente encarrilada en esos parámetros estéticos que se promueven, siendo por ello , según mi criterio, que todas las propuestas  que obtienen un reconocimiento o beneplácito de esa curaduría se parezcan tanto unas de otras.

3)- Hay también una evidente falta de coherencia en el quehacer de sendos jurados, el de selección y el de premiación, en donde el primero, después de pasar a través de su riguroso tamiz todo el universo de las obras enviadas por los artistas, las cuales no fueron pocas (cerca de unas quinientas en esta edición para seleccionarse poco más de sesenta), fije un grupo como las mejores cualitativamente según los diferentes renglones de ese universo (pintura, dibujo, escultura, grabado, instalación, videoarte, cerámica y fotografía), para luego el jurado de premiación decidir dentro de lo que se ha realizado con tanto rigor por el jurado de selección, otorgar los premios dentro de cada categoría, habida cuenta que se declara desierto uno o más renglones cuando en la selección no existen obras de nivel para competir tal como sucedió en esta edición con la cerámica desde esa primera fase eliminatoria, pero sin incurrir en la contradicción de declararlos posteriormente desiertos en la premiación, pues dicha declaración: “DESIERTO”, pone como “INEPTO” al jurado seleccionador, cometiéndose también dentro de todo este batí burrillo de incoherencias inexplicables un lamentable desliz, pues en uno de los renglones declarados posteriormente desiertos en la premiación, como lo fue el videoarte, se otorgó, paradójicamente, una mención de honor.  “O son todos malos o no lo son”.

4)- Por tal motivo es menester que en una próxima edición, tanto el jurado de selección como el de premiación sean el mismo, es decir, que quien cure premie, porque esto evitaría las contradicciones entre una decisión u otra, teniendo además dicho jurado una visión más amplia de lo que se desechó y porqué se dejó de lado, y no como nos han contado algunas personas allegadas al evento, que en vista de desconocer el jurado de premiación todo el universo de los rechazados, quería dejar desierto el concurso completo.

5)- Además, todo lo dicho anteriormente nos mueve a no poca suspicacia, pues se otorgan premios a las mismos géneros y artistas que han salido gananciosos en ediciones anteriores (y este dardo va principalmente a la obra ganadora del gran premio), en donde el público ha podido comprobar con sus propios ojos que más allá de la voluntad de los jurados y de todo aquel que legalmente estuviese implicado en el concurso, la mano insondable de los favoritismos.

6)- Por tales motivos y otros más que por falta de espacio expondré en una próxima entrega, es menester hacer una profunda y sincera autocrítica tal como han planteado innumerables artistas y especialistas en la materia que hasta ha incluido a su homólogo: “La Bienal Nacional de Artes Visuales” (si no véase DATA CODAP 2007), y se depuren bien todos sus engranajes, desde las bases del mismo concurso hasta la realización de un salón de los rechazados tal y como se estila en todas partes del mundo (paradójicamente, hace muchos años el desaparecido artista Silvano Lora organizaba la Bienal Marginal que venía  suplir esta carencia), demostrándose con ello la diafanidad, coherencia y conocimiento de quienes están implicados en la organización de esos eventos.

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