Reformatorio transformando vidas

William, (nombre ficticio), de 17 años, nunca imaginó que llevarse de un “amigo” que lo convidó a cometer un atraco para obtener dinero y así “vacilarse” las patronales de su pueblo terminaría con una condena de tres años que cumple en el Instituto Preparatorio de Menores de San Cristóbal (Refor).

Igual que otros menores infractores, contó a la Esquina Joven de HOY cómo ha cambiado su vida luego de ingresar al centro.

Explicó que junto a dos amigos penetró a la vivienda de una pareja de ancianos, pero al ver que el más diestro en este tipo de hechos casi mataba a la anciana con un cuchillo, asustado intercedió para evitarlo, golpeó a su compañero y huyó.

Aunque sintió arrepentimiento, ya era tarde. Su implicación en el caso era inminente. Los amigos fueron apresados y al revelar la trama quedó involucrado. Luego de días de persecución fue apresado y sometido a la justicia.

De la condena de tres años, ya ha cumplido un año y seis meses.

Previo a ser trasladado al Refor, donde dice su vida ha cambiado de forma considerable, estuvo en otros centros de reclusión de menores. Pasó todo tipo de calamidades. Ahora cursa el tercero de bachillerato.

“Aquí en el Refor he aprendido desabolladura, pintura y sastrería. En verano haré un curso de peluquería, porque cuando cumpla la sentencia quiero poner una peluquería”, expresó.

También tiene en planes comprar una máquina para hacer almohadas con fines comerciales.

Su madre es maestra y ha tenido que hacer gran esfuerzo para ayudarlo.

“Mucha gente quiere estar aquí porque las condiciones son mejores que en otros centros”, recalcó el joven de fluida conversación.

Con seguridad afirma que está enfocado en aprender para “poner mi negocio cuando salga de este lugar”.

En otros centros aunque usted no quiera se vuelve malo, “como uno está encerrado, entonces, máquina mucha maldad”.

Mala jugada. Miguel (nombre ficticio) es otro joven a quien la vida le jugó una mala pasada.

De 18 años, pasó a tercero de bachillerato.

De forma involuntaria, con un arma de fuego de su padre, mató a un vecino de cuatro años de edad que estaba en la galería de su casa.

“Agarré la pistola de mi padre que es militar y sin querer la manipulé y se me salió un disparó que alcanzó al niño que se encontraba en la galería”, expresó en entrevista en el centro de reformación.

El chico oriundo del sector de Los Mina tiene un año en el Refor.

“En principio me sentía muy mal, porque no fue algo planificado, sino que se trató de un accidente. Con las terapias y los talleres que realizamos aquí lo he ido superando”, manifestó.

Le restan cuatro años para cumplir su condena y desde ya está pensando en producir jabón para comercializar, oficio que aprendió en este lugar.

Josué es otro de los chicos que cumple sentencia en el reformatorio.

El 12 de junio de 2015 mató con un cuchillo a un joven que alegadamente lo agredió en venganza porque le negó un mango de una mata que había en su casa a un hermano de la víctima.

Está muy arrepentido, al punto de expresar que el hecho ocurrido en el sector de Villa Mella le impactó mucho. Asegura que no fue intencional. Tiene tres hermanos.

Cursa el cuarto de bachillerato y se prepara para tomar las pruebas nacionales. Quiere estudiar ingeniería en el Instituto Politécnico Loyola.

En el centro, además de la formación académica-técnica reciben capacitación espiritual.

De igual manera, Alex, de 20 años, también está acusado de homicidio.

Recuerda que era motoconchista en una parada de Manoguayabo. Le arrebató una gorra a un joven que le pasó por el lado. Producto de esto se inició una persecución en la cual el dueño de la gorra chocó con una pared que encontró en el camino y se mató.

“Los familiares alegan que yo provoqué el accidente que le ocasionó la muerte, me sometieron y me condenaron a seis años”, agregó.

Alex cursa el tercero de bachillerato. Sabe herrería y elaboración de productos de belleza. En el Refor tiene nueve meses. Antes estuvo en Najayo menores. “Allí uno tiene la mente negativa. Todo el mundo te maltrata desde los compañeros hasta la seguridad”.

El joven está casado y tiene un niño de dos años. Ella trabaja en una banca.

Misión. El Refor es dirigido y administrado por la congregación de religiosos terciarios Capuchinos desde el primero de enero de 1956.

Actualmente está bajo la responsabilidad del fray Elvin Lantigua Castro, director. Es una institución que depende de las directrices de la Procuraduría General.

Es un centro de atención y reeducación de jóvenes con problemas de conducta, infractores de ley, privados de su libertad, a través de la intervención pedagógico-terapéutica.

Tiene capacidad para 100 estudiantes internos.

Allí funciona también la Escuela Básica Alejandro Angulo Guridi, la cual es regida por el ministerio de Educación. Cuenta con una matrícula de 525 estudiantes externos en dos tandas matutina y vespertina.

Los talleres técnicos vocacionales están avalados por el Instituto Nacional de Formación Técnico Profesional (Infotep).

Su misión es educar de manera cristiana a los niños, adolescentes y jóvenes apartados del camino de la verdad y el bien, inspirados sobre la base del concepto cristiano.

Ofrece un servicio educativo de calidad, promueve la construcción del conocimiento en los actores del proceso, para lograr una formación integral en la persona con valores cristianos, actitudes, capacidades, principios éticos, que puedan dar respuestas a los problemas de su entorno.

Las instalaciones del Refor fueron construidas en 1955 bajo el ré gimen de Rafael Leónidas Trujillo y se encontraban en progresivo deterioro.