Regresa al TN “Cecilia Valdés”, 38 años después

Regresa al TN “Cecilia Valdés”, 38 años después

En el Teatro Nacional dirigido por Carlos Piantini, en el año 1977 y durante tres noches, se presentó por primera vez en el país la zarzuela cubana de Gonzalo Roig, “Cecilia Valdés”, en una producción de Miguel de Grandy que contó con la participación de grandes voces como la del tenor Antonio Barasorda y la soprano Martha Pérez, destacándose además nuestro barítono Fausto Cepeda. La orquesta acompañante “Los Caballeros Montecarlo” estuvo dirigida por Alfredo Munar.

Basada en la novela Cecilia Valdés o La Loma del Angel, del escritor Cirilo Villaverde, en la que describe el período colonial de principios del siglo XIX en Cuba, con sus injusticias sociales y la brutal esclavitud, la música de Roig de gran inventiva, fiel al espíritu de la narración, convierte la zarzuela en una impronta de la cubanía, con escenas musicales de gran belleza, contenido dramático y exigente escritura vocal.

La mulata Cecilia Valdés más que un personaje es estereotipo de la identidad cubana en su mixtura de culturas y razas; por su estructura musical con bellísimas momentos líricos y el énfasis en los ritmos tradicionales se corresponde con la zarzuela grande española, y por su argumento en el que se basan los libretistas Agustín Rodríguez y José Sánchez Arcilla, con su carga de modismos y énfasis en escenas de la cotidianidad urbana y rural de la época, la acercan al género chico. La Sociedad ProArte Latinoamericana, que preside el tenor Edgar Pérez, nos da la oportunidad de ver de nuevo en nuestro país, y por primera vez a las nuevas generaciones, esta hermosa pieza de la lírica cubana.

Cecilia Valdés es la trágica historia de una mulata amada y traicionada por un blanco aristócrata, que resulta ser su medio hermano. El hermoso Preludio da inicio con el tema de amor “El corazón no sabe mentir”, una especie de “leit motiv”, mientras el uso de las proyecciones, nos transporta a la vieja Ciudad Colonial de La Habana. Luego de algunas escenas dramáticas tras el nacimiento de Cecilia, años después, en una plaza citadina, se recrea una escena colorista, donde vaga la mendiga Dolores Santa Cruz que canta junto al coro de ex-esclavos el agro-cubano “Po Po Po”, la interpretación de Marissabel Marte con su dosis de histrionismo estuvo muy acertada.

La escena de la fiesta y la entrada de Cecilia, interpretada por la soprano puertorriqueña Mellangee Pérez, es uno de los momentos más extraordinario de la zarzuela ¡Yo soy Cecilia Valdés!, no obstante la excelente voz de la cantante y el buen acompañamiento del coro, el momento se torna frio, intrascendente, quizás faltó más proyección escénica. El coro y la romanza de Leonardo –Edgar Pérez- “Marcha de los estudiantes,” es atractivo.

Dos duetos el de Cecilia y Leonardo “El corazón no sabe mentir”, y el de Leonardo e Isabel, “Eres mi sueño”, interpretado junto a la soprano Enid González, logran buena proyección alcanzando las voces un nivel de acoplamiento estimable. Las campanas dan entrada al “Lamento del Esclavo” aquí de una esclava, que canta acompañada por el coro al son del ritmo afro-cubano, magnífica actuación de Glenmer Pérez.

Un momento estelar se produce con la bellísima romanza “Dulce Quimera”, que interpreta el barítono Eduardo Mejía, quien luce sus magníficas condiciones vocales en su papel de José Pimenta –enamorado de Cecilia. Una bella y triste canción de cuna, “Eres como yo fui, una hija del Amor”, canta Cecilia a su hija, Melliangee Pérez, la ternura y belleza de su voz, consigue emocionar. El “Santus” en el convento refugio de Cecilia luego de la tragedia, recrea una escena conmovedora, la imagen bajante de la virgen del cobre es otro referente, Cecilia canta con gran lirismo su desgraciado amor, mientras la orquesta termina con un crescendo, el tema del amor.

El espectáculo reúne muchos artistas y técnicos de valía entre los que destaca José Miura, por sus escenografías adecuadas a cada momento, logrando dar verosimilitud a la representación. Los personajes de carácter fueron representados por excelentes actores, entre los que destacan Mario Lebrón y Elvira Taveras. Los números de danza dan vistosidad al espectáculo, especialmente al ejecutar la contradanza, buen trabajo coreográfico de Armando González. Mención especial merece la Orquesta Filarmónica Dominicana, dirigida con acierto por Carlos Andrés Mejía.

 

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