Relato de una guerrillera: El triunfo moral del 14 de Junio

Relato de una guerrillera: El triunfo moral del 14 de Junio

Cada diciembre, aniversario de la guerrilla de Manolo Tavárez, Piky Lora, la aguerrida soldada del frente Juan de Dios Ventura Simó que operó desde Bonao hasta San José de Ocoa, celebraba lo que para ella fue derrota militar pero victoria moral, y tomando de las manos a sus hijas les comentaba: “Dicen que perdimos, sin embargo, cada año hay actos, flores, misas, himnos, y los grupos que supuestamente nos vencieron no conmemoran nada, porque ellos no se sienten orgullosos de lo que hicieron”. Para ella era vanagloria evocar esa “derrota” porque, manifestaba, “peleé por la dignidad de este país, por la soberanía, por el respeto al voto, defendí mi bandera”.

“Dicen que perdimos, pero para mí esta es la derrota más celebrada y venerada”, contaba a sus muchachas mientras las notas del Himno del 14 de Junio, en las anuales ceremonias, inundaban de lágrimas sus ojos. Era una de las pocas ocasiones en que las niñas la veían llorar, lo que en ella no era frecuente. Patricia, Laura y Tania recuerdan estos enaltecedores gestos de la madre a propósito de la llegada de la fecha en que fue capturada.

“Voy a esperar algún oficial al borde del camino. Viene uno, le salgo del matorral, me apunta, cruzo el arroyo y en medio de éste baja su arma el capitán Miguel Ángel Calderón, quien me apresa. Andaba acompañado de un soldado, ambos montados en mulos. Le ordena: Ve dile al mayor que tengo a la muchacha, que ya puede venir con los otros”, escribió la revolucionaria.

Este sábado el hecho, la valiente mujer, serán recordados con la puesta en circulación del Relato de una guerrillera, que escribió en 1983, y con la designación de una calle con su nombre en Santiago de los Caballeros, donde nació en 1940, hija de don Armando Lora y de doña Altagracia Iglesias, la que infundió en su conciencia el espíritu de rebeldía al narrarle los horrores de los marines yanquis de 1916, cuando asaltaban las casas de Montecristi. La ilustre maestra fue también encarnizada antitrujillista.

“En los primeros días de noviembre de 1963 fui enviada al sitio “Quita Sueño”, en plena Cordillera Central, con el fin de hacer contacto con campesinos de la zona con quienes lograríamos una base de apoyo con puestos de abastecimiento e información para la guerrilla. Realicé el trabajo que me encomendaran directamente Manolo Tavárez, jefe máximo de la proyectada insurrección armada, e Hipólito Rodríguez Sánchez (Polo), Comandante del Frente Juan de Dios Ventura Simó”, apuntó.

Patricia es la hija mayor, que evoca el nombre de combate de la madre, concebida durante la guerra de abril de 1965 cuando Piky casó con Rafael Solano en la zona constitucionalista. Como Tania y Laura, sus hermanas, conserva vivos el ejemplo, las prédicas, el decoroso historial público de la progenitora de la que hablan con entusiasmo e inocultable honra.

“Mami nos contaba que esa fue la época más hermosa de su vida, a pesar de las muertes, a pesar de que luchó contra una fuerza tan grande. Para ella, ese fue el escenario de mayor solidaridad, estableció una hermandad con compañeros que ningún otro hecho de su vida había podido provocar. La gente se preguntaba cómo una muchacha graduada universitaria, joven, bonita, inteligente, llena de futuro podía involucrarse en esa “locura” y ella contestaba que no había futuro sin libertad”, refiere Patricia.

[b]POR “LOS QUEMADOS”[/b]

El frente en el que estaba Piky, compuesto por veinticuatro combatientes, penetró a la zona montañosa por el paraje Los Quemados, de Bonao, el veintiocho de noviembre, pero la mayor parte del grupo fue apresada en los dos primeros días del alzamiento porque la pesada carga de sus mochilas les impedía avanzar. “Las tropas del gobierno de facto del Triunvirato venían pisándoles los talones y al fin, ayudados por el rastro que iban dejando los compañeros, dieron con su posición y les capturaron de inmediato”, anotó Carmen Josefina Lora Iglesias (Piky). Cayeron presos Juan José Matos Rivera, Eduardo Roza Aristy, Bienvenido Aquino Pimentel, Arquímedes Pereyra Félix, Benito Alejo Germán, Teódulo Radhamés Guerrero, Marcelino Grullón Jiménez, Antonio Rosario Vargas, Ángel Rafael Abud, Hugo Alberto García Muñoz, Marcelino Vargas Jáquez, Julio Enrique Montandón, José Homero Bello Duriñah, Zoilo Batista y Manuel Regla Medrano.

“A los cuatro días, agrega Piky, los guerrilleros restantes se ven en la necesidad de sostener una escaramuza con tropas del Ejército, por cierto muy numerosas, para ganar terreno pues los altos mandos militares creyeron siempre que en nuestro frente se encontraba el líder del Movimiento Revolucionario 14 de Junio, Manolo Tavárez Justo, de modo que enviaron en nuestra persecución a sus mejores hombres”. En Quita Sueño, cerca de Arroyo Bonito y La Horma, se encontraron totalmente cercados. El diez de diciembre decidieron caminar un poco “para llegar a un sitio cercano más o menos seguro, pero dentro del cerco, porque no había posibilidad de romperlo por el momento. Estábamos conscientes de que si tratábamos de hacerlo moriríamos todos, rendidos como estábamos por el cansancio y el hambre”, narra la única mujer de la guerrilla.

Algunos tenían enterrados los clavos de las botas a las plantas de los pies, “Polo estaba enfermo y aunque en general la moral era altísima, las fuerzas físicas estaban totalmente agotadas”, añade.

En un cafetal la descubre la guardia. Ella inventa un encuentro amoroso y la sueltan simulando creer el cuento. Trata de volver a sus compañeros, no los encuentra, se refugia en una cueva sobre un arroyo desde donde ve el cuchicheo de los contrarrevolucionarios con los campesinos. Después de oír un interminable tableteo llega a la casa de un campesino que la protege. En la choza se entera de dos bajas: “Uno muy delgado, de ojos verdes, y ya muerto tiene una pistola en la mano derecha. El otro es fuerte, indio, tiene un dibujo en el pecho”, le describen. “¡Polo y La Yerba!”, reacciona. “El hombre me dice que faltaban dos guerrilleros y yo por capturar y que el comandante de las tropas oficialistas, el entonces mayor Pérez Aponte, dice que hasta que no nos entreguemos todos no se lleva al herido. Capturaron a los dos, Pérez Cuevas y Mesa, rendidos como estaban por el cansancio. ¿Qué voy a hacer yo sola”, se pregunta.

Describe su captura y el recorrido hacia el cuartel de Rancho Arriba. “Traen a Rafael en un mulo y al resto de los compañeros: Arsenio Ortiz Ferrand, Arturo Mesa, Frank Peralta, Gonzalo Pérez Cuevas y un campesino muy joven que nos servía de guía, amarrados con sogas por las manos, todos a pie. Nos montan en un camión del ejército. Comienza el largo viaje hacia Santo Domingo y la prisión. Detrás, entre los pomares cercanos al arroyo, quedan Polo y La Yerba”, concluye.

Después de la cárcel, Piky Lora fue deportada a Francia, viajó a Cuba en 1964 y decidió ir al Escambray a combatir contra la resistencia de la revolución cubana. “Y ahí fue que se entrenó, después de haber participado en la guerrilla”, acción que narraba sonriendo. Vino a la República en marzo de 1965 y en abril estaba en guerra de nuevo. Ahora su comandante era Juan Miguel Román y el frente el de la José Gabriel García.

Pese a las experiencias dolorosas, Patricia, Tania y Laura recuerdan en su madre a una mujer que amaba la vida. “Siempre tenía un proyecto y una razón para querer vivir, que se reflejó mucho en casa: bordaba, cocinaba, cultivaba plantas”, expresan. Heredaron el recuento de la ejemplar conducta. “Lo que hacía era contar su historia, mientras el otro bando tenía que justificarla”, y al preguntarle de cuál de ellas es el legado de temperamento tan valiente responden casi al unísono y con las mismas palabras: “Nos inculcó que la fórmula era controlar el miedo, pero que miedo había”, dicen relatando situaciones en que ella les dijo que se atemorizó. Su discurso era: “Usted resuelve y después llora”.

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