Renan desencadenado

Renan desencadenado

La cita es harto conocida: “La existencia de una nación es […] un plebiscito cotidiano, como la existencia del individuo es una afirmación perpetua de vida”. Proviene de Ernest Renan (1823-1892), pensador francés, famoso por su concepción de la nación, tal como la expuso en célebre conferencia intitulada “¿Qué es una nación?”.
Como se sabe, en 1870, tras vencer definitivamente a los franceses, los prusianos se apropian de Alsacia y Lorena. En Alsacia se hablaba alemán y su cultura era básicamente alemana. Los prusianos, motivados por sentimientos nacionalistas, consideran esta anexión justificada, como si las ovejas perdidas en el dominio francés se reincorporaran al rebaño teutón. Sin embargo, los alsacianos, a pesar de hablar alemán, no quieren dejar de ser franceses. Renan alega que Alsacia y Lorena eran políticamente francesas porque sus habitantes se auto percibían y sentían como ciudadanos franceses.
Renan es el representante más destacado de un concepto esencialmente político de nación. Se opone, por tanto, a la idea de “nación étnica” basada en la raza, la etnia, la lengua, la cultura y criterios semejantes. Se decanta entonces por la “nación política”, es decir, las naciones concretas, tal como realmente existen, fruto del mestizaje y sedimentación histórica. Por eso, Renan, quien consideraba que la mayoría de los Estados europeos eran pluriculturales, era opuesto a darle primacía a los elementos culturales como base de la nación, y ponía como ejemplo Suiza: “La pequeña Suiza, tan sólidamente construida, cuenta con tres lenguas, tres o cuatro razas, dos religiones. Una nación es una gran asociación secular (no eterna) entre provincias parcialmente congéneres que forman un núcleo y alrededor de las cuales se agrupan otras provincias ligadas las unas a las otras por intereses comunes o por antiguos hechos aceptados convertidos en intereses”.

La tesis de Renan tiene la virtud de que es un eficaz antídoto contra las peligrosas ideas del nacionalismo cultural, hoy repotenciadas por la ensordecedora “llamada de la tribu” (Vargas Llosa) del neopopulismo que nos azota. Ahora bien, si se considera que hay nación allí donde un grupo de ciudadanos deciden que hay una, no solo se corre el riesgo de la atomización nacional, sino también que “la mayoría de los clubes, conspiraciones, bandas, equipos y partidos” (Ernest Gellner) deviniesen naciones. Por eso Renan advirtió: “La secesión […] y, […] el desmenuzamiento de las naciones, son la consecuencia de un sistema que pone a estos viejos organismos a merced de voluntades poco esclarecidas. Está claro que en semejante materia ningún principio debe ser llevado al extremo. Las verdades de este orden sólo son aplicables en su conjunto y de una manera muy general. Las voluntades humanas cambian”. Y concluye: “una nación puede hacer todo menos suicidarse”.
Es claro entonces que para Renan el plebiscito es necesario pero no basta para conformar una nación. Como apunta el francés, “una nación es, pues, una gran solidaridad, constituida por el sentimiento de los sacrificios que se ha hecho y de aquellos que todavía se está dispuesto a hacer”. Y, aunque “se resume en el presente por un hecho tangible: el consentimiento, el deseo claramente expresado de continuar la vida común”, siempre “supone un pasado”, común y compartido. Un pasado, construido en base quizás de errores históricos, pues “olvidar, incluso interpretar mal la historia, es un factor esencial en la formación de una nación, motivo por el cual el progreso de los estudios históricos es a menudo un peligro para la nacionalidad”. La nación es, ante todo, “una comunidad política imaginada” (Benedict Anderson), pero que tampoco se enclaustra en el pasado y mira al futuro como proyecto de vivir juntos.
Pero Renan no solo anticipa los Estados plurinacionales y la idea de “nación de naciones”, sino que previó que “las naciones no son algo eterno”, que “han tenido un inicio y tendrán un final” y que “probablemente, la confederación europea las reemplazará”, pues, a fin de cuentas, “el hombre no es esclavo ni de su raza, ni de su lengua, ni de su religión”, y “antes que la cultura francesa, alemana o italiana está la cultura humana”. Quizás, por ello, sea Renan el primer partidario del “patriotismo cosmopolita”. Y es que, como afirmaba Jorge Luis Borges, refiriéndose al pensamiento de ese precoz ciudadano global que fue nuestro inmenso y poco leído Pedro Henríquez Ureña, “las naciones no son otra cosa que ideas y así como ayer pensábamos en términos de Buenos Aires o de tal cual provincia, mañana pensaremos de América y alguna vez del género humano”.

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