Miles cayeron. Víctimas y victimarios, civiles y policías, ancianas, niños y jóvenes asesinados con saña, vidas arrebatadas por la delincuencia en la década perdida para la reforma policial (1999-2009), sin asomar aún señales convincentes de que el liderazgo político decida proteger a la ciudadanía reorganizando a la Policía Nacional, sometiéndola a una reingeniería, saneándola, profesionalizándola, potenciando sus acciones.
Paralelamente, en ese tiempo perdido crecieron factores asociados al fenómeno delincuencial, la desintegración social y migraciones, la peligrosa expansión de la pobreza y la distancia entre ricos y pobres, sin que el liderazgo económico comprenda la urgencia de atenuar la inequidad social, sin que reaccione antes de que el crimen termine de sembrar dolor y espanto.
Reto
La reforma de la PN es un reto ineludible. Pero no hay signos de suficiente voluntad política, de que el gobierno invierta los recursos humanos, tecnológicos y financieros indispensables para materializarla. Y esto lo confirma su marginación en la escala de prioridades, el bajo presupuesto, escaso para subvenir sueldos, educación y entrenamiento, actualización científica y tecnológica, equipos y mantenimiento. Una asignación anual de RD$5,803.7 millones, en alta proporción consumida por los servicios personales.
Falta voluntad política, patente en la renuencia a desmilitarizarla y a despolitizarla, en las violaciones al escalafón desde altas esferas de poder, en la permanencia de un modelo anclado en el pasado.
La reforma de la PN implica una ruptura con sus viejos moldes, crear un nuevo modelo con una visión distinta a la tradicional, cambios profundos en su filosofía y metodología operacional, en la estructura orgánica y mentalidad de sus integrantes, su forma de pensar y accionar. Redefinir roles y objetivos en pos de la modernización y eficiencia.
Dominan viejos esquemas, conductas incorporadas a la siquis policial que toma tiempo erradicar, y es que los males de la PN sedimentan en la mentalidad de quienes la conforman.
República Dominicana precisa de un nuevo concepto de seguridad, una respuesta cónsona con los requerimientos de la sociedad contemporánea, la creciente demanda de protección ciudadana y el nuevo ordenamiento jurídico, del Código Procesal Penal y la ley de la PN.
Urge sustituir la seguridad basada en la represión por la prevención del delito con métodos disuasivos y la identificación de escenarios de potenciales conflictos. Adoptar un modelo en el que sociedad y policía, debidamente articulados, busquen soluciones a la criminalidad e inseguridad. Es preciso un cambio de mentalidad en ciudadanos y policías sobre ese rol integrado que ambos deben jugar.
La ciudadanía debe integrarse al diseño y aplicación de políticas de seguridad, a la prevención, participar en acciones policiales para mejorar la convivencia. Tarea laboriosa, no imposible a través de la educación, tanto de policías como de ciudadanos.
Educación
La renovación de la PN exige un sistema integral de educación, que incluya modalidades modernas de prevención e investigación, una formación humanista que sustituya el carácter militarista de sus planes pedagógicos. Complementar el pénsum con estudios especializados en policía comunitaria y otras. Mientras se educa, hacer un levantamiento del personal, evaluarlo. Realizar exámenes médicos, sicométricos, sicológicos, determinando si es apto o no.
La eficiencia estará igualmente supeditada a la integridad ética y responsabilidad profesional, siguiendo un código de ética, una educación en valores, con énfasis en la disciplina, integridad, solidaridad, lealtad, ética y moral. Asimismo, fundamentando la reorganización en los valores institucionales: servicio, proactividad, dedicación, transparencia, apego a la ley, apoliticidad.
Una contraparte importante será dignificar las condiciones de vida de los policías, una estabilidad social que atraiga recursos humanos más capacitados.
Policía Comunitaria
Orientada a la sociedad, deberá ejecutar estrategias para el acercamiento, integración y cooperación de la ciudadanía en la prevención y control de la delincuencia. Una nueva doctrina que, según el jefe policial, mayor general Rafael Guillermo Guzmán Fermín, aplica la PN. La reforma que realizamos es en todos los órdenes, trabajamos en la policía de proximidad, con sentido comunitario. No el concepto errado de recorrer los barrios repartiendo medicinas y colchones, vendiéndose como un candidato presidencial. La policía comunitaria es otra cosa, es la cercana a la sociedad, la policía del barrio.
Trabajamos en la recuperación de los espacios físico, público y social. Penetramos a barrios donde la PN no podía entrar, recuperando las calles en manos de delincuentes para que la gente pueda rescatarlos, desarrollarse en ese espacio, sus calles, parques, áreas verdes. Cuando hay inseguridad ciudadana existe desconexión social y llegamos al individualismo, a la falta de comunicación con su sector, perdiéndose el sentido de pertenencia.
En prevención -dice-, no se limitan al patrullaje, interactúan con la comunidad, con sectores en conflicto, mediando para evitar actos de violencia. En esa reforma estamos profundizando con tres modelos básicos de gestión, aplicando métodos de análisis, de información. Hay un cambio de visión-agrega-, no prima lo que nosotros querramos, es la sociedad la que nos tiene que decir qué quiere de los servicios de la PN, ese es el concepto sociocéntrico, que el centro de la decisión sea la sociedad, no la PN. Trabajamos en base a mediciones de encuestas para direccionar la acción policial. El eje central es capacitar a los agentes.
Comunitaria
La Policía tiene que ser comunitaria, no puede estar en Agricultura u otra Secretaría sino en la comunidad, afirma Pedro de Jesús Candelier, ex jefe de la PN, y agrega: El policía tiene que estar en contacto con la gente, al servicio de la comunidad. El asignado a una cuadra debe saber quienes viven ahí, quien se mudó, qué actividad realizan los jóvenes en su barrio, que sepa todo lo que se mueve en ese sector. Debe ayudar, si hay un problema sanitario, buscar solución con la Junta de Vecinos, ir a la CAASD, conseguir el equipo, resolver. Ese es el policía comunitario que necesitamos, no el represor y el chantajista. Un policía capacitado para ese trabajo, que cumpla su horario. Así se acabarán los problemas.
Depuración
Durante el último decenio las filas de la PN han sido limpiadas de agentes que incurren en conductas delictivas, en hechos graves que ameritan bajas deshonrosas. Unos son sometidos a la justicia ordinaria, otros sancionados por tribunales policiales. Les atribuyen homicidios, narcotráfico y sicariato, atracos, asaltos, robo de vehículos, cobro de peaje en puntos de droga, abuso sexual, torturas, un sinnúmero de violaciones a los derechos humanos.
Coroneles, capitanes, sargentos y rasos han sido acusados de pertenecer a bandas que asaltaban camiones, de torturar a jóvenes, consumo de cocaína y marihuana, sabotear la comunicación radial interna, de tumbar llamadas hechas desde la calle para informar un asalto u otro delito. Además, de integrar una banda que vendía motores robados y hacían transacciones de drogas en Haítí, traficar con ilegales haitianos, entre otros delitos.
La frecuencia con que se detecta la incursión de policías en actos delincuenciales cuestiona la efectividad de la profilaxis, los criterios para reclutar el personal y darle seguimiento.
El proceso de limpieza del personal de la PN debe ser permanente y sostenido, no limitarse a actuar como reacción a la corrupción y otras inconductas. Y comenzar previo al ingreso, no cuando ya proceda la cancelación.
Expertos recomiendan un sistema eficiente de asuntos internos para salvaguardar la ética y moral institucional, dando seguimiento al comportamiento policial. Iniciar un patrón preventivo con normas estrictas de reclutamiento, exámenes periódicos, capacitación en valores éticos. Contrarrestar la corrupción policial con mejores niveles salariales, seguridad social y oportunidades de desarrollo integral.