El actual director general del Banco Internacional de Pagos, Jaime Caruana, dirigió el órgano guardián del sistema financiero entre el año 2000 y el 2006 y ha descrito como una gran carrera de obstáculos su intento de imponer a la banca que hiciera provisiones especiales para contener la concesión de créditos y el reparto de beneficios.
«Recibí muchísimas llamadas, con muchísimas intervenciones, de la banca, que no estaba contenta», afirmó ante la comisión parlamentaria de investigación de la crisis financiera, según recoge una publicación del diario El Mundo.
«Argumentaban que estaban perdiendo competitividad y que por qué tenían que sufrir una legislación que era diferente y más exigente que la del resto de sus colegas europeos», afirmó Caruana en alusión a las llamadas provisiones contracíclicas que imponía entonces el Banco de España para moderar la expansión de la burbuja en el sector financiero.
Agregó que «la banca estaba muy descontenta y se manifestó por activa y por pasiva (…) todos los días». Ante la pregunta del portavoz socialista Pedro Saura de si se trataba de presiones, Caruana respondió: «Llámenlo como quieran».
El ex gobernador asegura que mantuvo la exigencia de provisiones, pero admitió que «se retocaron y crecieron menos».
«Nos quedamos cortos», sentenció.
Las presiones no fueron sólo de la banca, incluso fueron mayores las procedentes de los organismos supervisores internacionales.
«Las mayores presiones vinieron de fuera», apuntó Caruana tras llegar a asegurar que había riesgo de que se suspendiera la cotización del Banco Santander y BBVA en EEUU, porque en aquel país no se entendían las provisiones especiales españolas.
A su juicio, las provisiones contracíclicas lanzadas por el Banco de España hicieron que la banca contara con un colchón superior en 23.000 millones a lo que habrían tenido con provisiones ordinarias.
«Eso hizo ganar uno o dos años», afirmó Caruana, resaltando que estas provisiones contracíclicas representaron el 84% del total de bancos y cajas en la época. En todo caso, todo era «insuficiente para combatir lo que venía».
Admitió que «se podía haber hecho más», pero culpó sobre todo a los gestores de las entidades financieras. «Son ellos los que toman las decisiones», afirmó relativizando el papel del supervisor. En cambio, se ha mostrado comprensivo con los Gobiernos de la época, tanto el del PP que le nombró como el del PSOE.
«Las relaciones del Banco de España con ambos gobiernos fueron excelentes (…) Ni el señor Rato ni el señor Solbes me hicieron ninguna llamada ni para que hiciéramos más, ni para quejarse por las provisiones», añadió.