El Ministro de las Fuerzas Armadas, contralmirante Francisco Rivera Caminero, cita a su despacho en el Palacio Nacional hoy temprano 24 de septiembre de 1965 al coronel Manuel de Jesús Morillo López, comandante de la dotación militar del Aeropuerto Internacional de Cabo Caucedo, y le ordena apostar mañana 25 un franco tirador en la azotea del edificio principal para que le dispare a Juan Bosch “tan pronto este asome a la puerta del avión”. Sorprendido, le riposta: “General, ¿pero es que usted se ha vuelto loco? ¿Usted no ha pensado en las consecuencias que se derivarían de un hecho de esta naturaleza?” (…) “se produciría un baño de sangre en toda la república y nadie podría contener la ira del pueblo”, revelaría décadas después el coronel. Y le advierte que no cumplirá la orden ni permitirá que eso acontezca. Luego le informa la trama al presidente Héctor García Godoy, quien lo instruye a tomar “todas las medidas que fueran de lugar” para garantizar la vida de Bosch. El presidente García Godoy declara que el gobierno ofrece garantías a Bosch al regresar mañana a las 8 de la mañana. De su parte el contralmirante Rivera Caminero declara a la prensa internacional que él no ofrece garantías porque “Las garantías las da el presidente”. El licenciado Jacobo Majluta, del Comité de Recepción de Bosch, declara que el gobierno no ha cumplido varias promesas, como la de autorizar hoy el funcionamiento de las radiodifusoras. Luego de las 9:00 de la mañana Bosch hablará en una manifestación de recibimiento en la plaza Rubén Darío, que los organizadores esperan transmitir a través de Radio Universal. Trabajadores de POASI limpiaron los depósitos 5 y 10 del muelle capitalino, y demandaron que las tropas norteamericanas desalojen los depósitos 6, 7 y 8 para acondicionarlos y normalizar las actividades del puerto.