“La mamá de Rufino nunca superó esa tragedia. No dormía ni comía y al poco tiempo murió de la pena. La esposa falleció más tarde. Íbamos a la iglesia de Conuco, y veíamos ese cuadro familiar: Delisa y Miledys vestidas de negro. El caso de Miledys es único: a la edad de 13 años no tenía papá, mamá, ni abuela”.
Luis Fausto Disla expresa esos comentarios refiriéndose a familiares de Rufino de la Cruz, asesinado por la dictadura de Trujillo junto a las hermanas Mirabal, en 1960.
Ha hecho justicia a la memoria del mártir a través de una obra que lleva dos ediciones. Y moradores de dos comunidades de Santo Domingo designaron sendas calles con el nombre de este héroe ignorado que no ha recibido reconocimientos oficiales. Los libros de texto no consignan su heroísmo. Rufino es recordado solamente como “el chofer de las Mirabal”.
Sin embargo, fue un gran opositor de la tiranía que conocía el movimiento conspirador de las hermanas y sus esposos, y accionaba en una célula clandestina del 14 de Junio. “Las muchachas” no lo buscaron por casualidad, confiaron en él enteradas de sus ideales.
Rufino creció escuchando a su pariente Perún de la Cruz Camilo contar sus hazañas en contra de la ocupación norteamericana de 1916 y, para Disla, este aguerrido “gavillero” fue su “fuerza inspiradora” en la lucha contra Trujillo. “La formación de Rufino como hombre con ideas democráticas se inició mucho antes de que el 1J4 estuviese en su apogeo”, sustenta, basándose en incontables testimonios.
Con 35 años de edad, “se había convertido en un hombre de experiencia, con destrezas y conocimientos militares y con características de firmes decisiones. Pasó a formar parte de los primeros núcleos del 14 de Junio que se habían constituido en la zona donde vivía”, sostiene.
Agrega que los hermanos García Pantaleón, residentes en los Limones, Villa Tapia, y Rufino, fortalecían sus conciencias sobre la democracia a través de una cadena clandestina “estructural y confidencial” de la agrupación, con fines subversivos, constituida por células de tres personas, con misiones “extremadamente secretas, con claros propósitos en contra de la tiranía trujillista”.
De manera muy reservada, Rufino contaba su participación a familiares y amigos de extrema confianza “aprovechando estas ocasiones para difundir sus ideas orientadas a liberar la nación dominicana de la situación a que estaba sometida”, escribe.
El investigador sentía curiosidad por enterarse de la trayectoria de este hombre tan valiente que se atrevía a trasladar y visitar a la familia más perseguida por el sátrapa. La mayoría se había apartado de “las mariposas”.
Conocía la relación existente entre su padre, Fausto, y Rufino, que era su primo hermano, e insistía en que le hablara sobre él. Casi siempre era imposible porque “todos los de esa generación quedaron marcados por el terror, estaban psicológicamente mudos”. Los longevos que entrevistó “miraban a los lados” y murmuraban sus relatos, cuidando no ser escuchados, cincuenta años después.
“Papá, hábleme, usted siempre me dice que Rufino era un diablo… y él comenzó a contarme, y de ahí seguí con Mundito, otro primo hermano de Rufino, criados todos en Los Cruces, paraje de Conuco. Los divide el río Cenoví”.
Vecinos, amigos y parientes, testigos y parte de sus actividades clandestinas le declararon con terror, lágrimas, indignación, impotencia, admiración, la desafección al régimen de su pariente. “Mi abuelo, Pablito Disla Tejada, era tío y padrino de Rufino”.
“Penso” (Prudencio de la Cruz), hermano mayor de Rufino, cruzaba escondido los cacaotales para ir a rasurar y recortar a Manolo en la casa de doña Chea. Otro primo de Rufino, Efraín de la Cruz Pantaleón, trabajaba con don Enrique, padre de las Mirabal, desde 1949. Ahí se originó la relación de Rufino con los Mirabal Reyes.
Mundito (Raymundo de la Cruz Disla) le ofreció el rico acopio de los movimientos políticos de Rufino quien ya en los años 50, mientras se bañaban en el río le comentaba: “No me está gustando esto”.
El investigador recorrió otros lugares por donde se movía Rufino, entrevistando personas que sabían de su militancia. Sus informantes “son confiables, asegura. Son testimonios como si fueran pruebas de laboratorio, son las personas más creíbles de la comunidad”.
Antes de publicar “Vida y heroísmo del mártir dominicano Rufino de la Cruz, 50 años después”, llevó las pruebas de imprenta a Dedé porque “nunca quiero tocar en lo más mínimo el sitial de nuestras mariposas, al contrario, alabo esa visión de Minerva”. La dama lo aprobó comentando que “no se podían separar esos hechos”. “Jaimito, esposo de Dedé que nunca había querido hablar, me contó el trayecto de los cuatro cadáveres desde Santiago hasta Conuco. También Edita viuda García Pantaléon, comadre de Patria”.
Las calles. Existen dos calles con el nombre de Rufino de la Cruz, una en Santo Domingo Este y otra en el Reparto Hermanas Mirabal, de Villa Mella, producto de la admiración de sus moradores por el mártir.
Luis Fausto Disla muestra satisfacción por haber rescatado su memoria. “Se le ha encasillado injustamente como chofer, cuando iba más allá de conducir un vehículo, porque a sabiendas de la persecución, el peligro, el alto riesgo que corría su vida, desoyó la petición de su madre, su esposa, su sobrino, que le dijeron: Deja eso, y él contestó: “No, las muchachas me necesitan”.