Salud, un sueño dominicano

Salud, un sueño dominicano

La Organización Mundial de la Salud dispone que para decir que una persona está sana debe encontrarse en: “un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solo la ausencia de enfermedades”.
El 10 de diciembre de 1948 en la asamblea general de la Organización de las Naciones Unidas se proclamó la Declaración Universal de los Derechos Humanos. El artículo número 25 reza de la siguiente manera: “1) Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios; tiene asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez, viudez, vejez u otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia por circunstancias independientes de su voluntad. 2) La maternidad y la infancia tienen derecho a cuidados y asistencia especiales. Todos los niños, nacidos de matrimonio o fuera de matrimonio, tienen derecho a igual protección social”.
Tomando en consideración la definición de lo que es estar sano y aplicando el artículo 25 de los derechos humanos ¿qué podríamos derivar la mayoría de los dominicanos que habitamos el territorio que nos legaran los fundadores de la Patria? Y ¿qué decir de aquel anhelo del patricio Juan Pablo Duarte expresado en aquella famosa proclama de Puerto Plata aceptando la candidatura presidencial el 20 de julio de 1844: “Sed felices, hijos de Puerto Plata, y mi corazón estará satisfecho aún exonerado del mando que queréis que obtenga; pero sed justos lo primero, si queréis ser felices. Ese es el primer deber del hombre; y sed unidos, y así apagaréis la tea de la discordia y venceréis a vuestros enemigos, y la Patria será libre y salva. Yo obtendré la mayor recompensa, la única que aspiro, al veros libres, felices, independientes y tranquilos”.
En alocución dirigida al país el 18 de diciembre de 1992, a raíz de su escogencia como candidato presidencial para las elecciones de 1994, Juan Bosch declaraba: “…El Estado dominicano, desde 1966 hasta la fecha, ha sido incapaz de asegurarles a las grandes mayorías del país los servicios públicos fundamentales establecidos en la Constitución de la República, tales como educación, salud, seguridad social, vivienda y agua potable. A lo largo de los últimos años, esos servicios se han hecho más deficientes… Nuestro país tiene entre sus méritos ser uno de los que dedican menos recursos a la educación, a la salud y a la seguridad social…El deterioro de la situación económica y la corrupción ascendente han generado un proceso de descomposición en la sociedad dominicana que se manifiesta en el incremento de la delincuencia, el robo, el crimen, el consumo y tráfico de drogas, la inestabilidad de la familia, y aún más, en la pérdida de la fe en la mayoría de los dominicanos en el futuro del país, en sus posibilidades inmediatas, lo cual explica el aumento de la emigración no sólo por razones económicas sino también por el pesimismo que genera la falta de cambios reales”.
Ahora que se habla de un plan decenal de salud, vuelve a avivarse la llamita del optimismo en este servidor, amante del deporte ciencia, pues me recuerda al campeón mundial ajedrecístico Mijaíl Botvinnik, quien sentenció: “Es mejor un plan deficiente, que carecer de él”.

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