¡Sálvese quien pueda!

¡Sálvese quien pueda!

Un periódico describió como un intento de hacer  justicia que  acabó con una vida inocente la muerte de una mujer que  se  dedicaba a transportar  niños  a sus colegios, hasta que una bala disparada contra dos asaltantes  que escapaban a toda velocidad en una motocicleta   interrumpió para siempre una  labor que según amigos y familiares  realizaba con gran amor y dedicación. Y es probable que usted también piense, apreciado lector,  que si esa bala en lugar de matar a Delci Miguelina Yapor Concepción hubiera matado a uno de los asaltantes se habría hecho justicia, pues los ciudadanos nos sentimos tan indefensos, tan huérfanos de protección, que pareciera que estamos viviendo los tiempos del sálvase quien pueda ante el acoso feroz e implacable de los delincuentes; o del defiéndase como pueda, lo que explica que los linchamientos  de   delincuentes  atrapados  in fraganti son cada vez mas frecuentes en este inseguro país, pero también mas tolerados y hasta aplaudidos. Y lo que explica, también, que un ciudadano se sienta en libertad de sacar un arma de fuego  y disparar de manera indiscriminada, como si se tratara del Salvaje Oeste, contra unos ladrones que huyen, arrebatándole la vida a una inocente y desgraciándose  la propia, ya que ahora tendrá que pasar unos cuanto años en la cárcel purgando  su crimen. Es evidente que transitamos el camino equivocado, porque escrito  está que la violencia solo engendra mas violencia, y que hacer justicia con las   propias manos  no es civilizado ni lo recomiendan  los organismos de derechos humanos. Pero la incompetencia  de las autoridades para hacer frente  a la delincuencia motorizada, una plaga maligna  a la que no se le quiere aplicar el remedio adecuado, ha creado las condiciones  para que hoy estemos lamentando la muerte de Delci Miguelina,  pero mañana puede ser la de cualquier  ciudadano o ciudadana que descubrirán demasiado tarde que  nadie está seguro en ninguna parte.

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