San Pedro de Macorís, Colección de oro

San Pedro de Macorís, Colección de oro

Es completo referente de la historia de San Pedro de Macorís, con el perfil de sus hijos notables, tradiciones, familias, arquitectura, azúcar, puerto, ingenios, gitanos, cocolos, cubanos, puertorriqueños, haitianos, franceses, españoles, ingleses e inmigrantes de otros países con sus aportes y descendencia digna.

“San Pedro de Macorís, Colección de oro”, el libro que publicó la Fundación Gala 23 con textos de Fermín Álvarez Santana, no es solo el recuento ilustrado de gratas añoranzas ni la crónica ya contada del ayer esplendoroso o sombrío. Es la relación actualizada, traída hasta las generaciones presentes, de cuanto ha ocurrido en La Sultana del Este desde 1822, cuando la ocuparon hombres y mujeres que escaparon de la dominación haitiana, según cuentan manuales de historia.

El precioso álbum, con fotos de protagonistas de las épocas y temas que contiene, es además la memoria de la Fundación, presidida por Sonia Torres de Mallén, que desde 1997 vive evocando costumbres y gente, reconociendo a los petromacorisanos más preclaros, alegrándose, reencontrándose y al mismo tiempo supliendo necesidades perentorias de la provincia.

Aunque un capítulo final de Mu-Kien Adriana Sang relata las inmigraciones en San Pedro de Macorís, la Fundación pone al día ese trabajo al reconocer a empresarios de ascendencia española, a libaneses y sirios radicados en la provincia, a los puertorriqueños y sus aportes. José Armenteros, Antonio Morey, César Iglesias, Antonio Casasnovas, Francisco Castro Molina, Bernardo Arévalo, Albertina Serrallés viuda Frías, Elisa Malla viuda Morey, Sofía Aguirreurreta viuda Zaglul, Antonio Ferrer, Bayardo Mejía Alvarado están entre los descendientes de españoles homenajeados.

Libaneses y sirios radicados en San Pedro, distinguidos por “Gala 23”, son Kalil Haché Malkum, Faustina Dip de Musa, María Abud de Antún, Juan Elmúdesi, Miguel Feris, Pedro Haché, Emeterio José Hazim, Jorge Khoury, Jacobo Merip, Miguel Aquiles Nimer y José Miguel Zaglul, cariñosamente “los árabes”.

Y entre los puertorriqueños que han contribuido al progreso de los “serie 23” están Jorge Juan Serrallés Pérez, Gavino Vega Fabré, Tomás Binet, Manuel Mallén Ortiz, Santos Asencio, Pablo Cristino Díaz, Jacobo Albizu y Ramón Reyes Darrás.

Pero no solo estos insignes foráneos han sido galardonados en cada aniversario de la institución. También ilustres hijos vivos o ya desaparecidos han recibido los honores. A los fallecidos los ha representado su orgullosa descendencia. Virgilio Díaz Ordóñez, Gastón Deligne, Pedro Mir, Bienvenido Bustamante, Julio De Windt, Antonio Frías Gálvez, René del Risco, Violeta Stephen, Ángel Haché, Carmen Natalia Martínez Bonilla, Ángel Haché, Luichi Martínez Richiez, Víctor Villegas, aparecen con fotos y semblanzas.

También Emil Kasse Acta, Miguel Feris Iglesias, el padre Milton Ruiz, Ramón Báez Romano, Susana Morillo Soto, Francisco Comarazamy, Anaconda Ravelo, Clara Zaglul, Danilo de la Rocha, Enrique Rijo, Georgito Hazim, Julio César Santana, Javier Martínez, José María Escotto, Victorina Crime de De Windt, Antonio Najri Acra (Papía), Efraín Reyes Duluc y una interminable lista de sobresalientes que han merecido dedicatoria especial en los actos de este activo organismo que desde Santo Domingo logra que su historia, su pueblo, su gente, no caiga en el olvido.

“Personajes destacados”. “San Pedro de Macorís, Colección de oro” tiene 130 páginas de textos y fotos en una impresión de primera. Si para los nativos de aquella localidad es motivo de deleite y reminiscencias, otros no abandonarán sus páginas atraídos por la variedad de vestuarios, peinados, recreaciones del ayer y los valiosos datos de presente y pasado que lo conforman. Los originales disfraces de carnavales, las encarnaciones de viejas glorietas, reinas y casas comerciales, la impresionante galería de fotos de familias conocidas, los desfiles, son tan interesantes como las narraciones de los orígenes del pueblo, la producción y desarrollo de la industria azucarera, los ingenios, la caña de azúcar y los trapiches o el emblemático Cuerpo de Bomberos.

Se conoce el arte, la cultura y sus gestores, maestros, planteles escolares, alumnos, deportes, turismo, medios de comunicación y el escultismo, del que fue cuna San Pedro. La suite sinfónica Macorix, de Julio De Windt Pichardo, composiciones de René del Risco y el contagioso Macorís del Mar, de José Rafael García Pascal, no han faltado en las celebraciones.

Y en estas páginas preciosas, nítidas, figuran damas y caballeros destacados: Sonia Torres de Mallén, Rafaela Alburquerque Castro (Lila), Victoria Casasnovas, Evangelina Rodríguez Perozo, Francisca Mallén viuda Suazo, Esther Agelán Casasnovas, Ocha Caminero Mieses, Mariana Binet Mieses, América Bermúdez y otras son las notables del sexo femenino.

Como miembros destacados “de esta generación” consignan a Nelson Marrero, Juan Bolívar Díaz, Guillermo Caram, Vicente Bengoa, José Lois Malkum, César Mella Mejías, Guido Gómez Mazara, Norberto James, Elizabeth De Windt, Fernando Pérez Memén, José Rafael Dunker, Oscar Hazim Subero, Miguel Sampol…

Figuran todos con la actividad que los distingue, al igual que José A. Chevalier Núñez, José Andrés Aybar Sánchez, Miguel Ceara Hatton, Víctor Canto del Giudice, Jesús y Cesar Iván Feris Iglesias, Carmen Cataldi, Adolfo Nadal, Ángel Valera de los Santos, Jaime Enrique Sasso Rijo, Pedro Haché, José A. Martins, José García Pascal, Roberto Lora, José Ortiz De Windt y los militares Manuel Vincitore Giannone, César Augusto de Windt Lavandier, Clarence Charles Dunlop, Leonte Manuel Logroño Contín, Héctor Román Torres, Alburquerque Sasso, Cesar De Windt Ruiz…

Es probable que no quedara un nombre, de hoy y de ayer, con algún mérito, ausente de este hermoso y útil libro que cierra con José A. Hazim Azar y su hijo José Hazim Frappier en dos páginas que cuentan “el perseverante cultivo de las ciencias, el arte, el deporte”, la educación y la tecnología, para lo que ha sido plataforma la Universidad Central del Este, “primera academia de liderazgo de todo el litoral Este”.

Como dice Ariel Pérez Ubiera en su “Dedicatoria a una generación”: “¡Qué buenos tiempos!”.

 

 

 

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