Sangre, horror y repudio

Sangre, horror y repudio

La medición sería estupenda, aleccionadora. El resultado evitaría golpes en el pecho, jaculatorias vanas, enmiendas sacras de incierto destino.Ese lamento de minoría, contrición ocasional. Compasión sin luto que a pocos apena.La pregunta puede ser difícil para obtener lo apetecido, pero método existe y experiencia también. Quizás Gallup dominicana se anime o Mark Penn. Sería instructivo para campañas electorales, para programas educativos. Los políticos sabrían cómo emocionar.A quién sumar con lágrimas y a quienes estremecer con la piedad. Los pujos contra la impunidad serían convertidos en cháchara o tendrían la forma real, la contundencia del agravio. Si se mide el índice de felicidad porque no medir, determinar la reacción del colectivo frente al horror, su repudio al crimen. Complicada debe ser la tarea, el diseño de la muestra, pero absolutamente posible. Porque es engorroso tasar las consecuencias del horror y el horror mismo. Montos no tiene, aunque el código civil determina el alcance de la responsabilidad civil, el efecto intangible que las cifras no compensan.No es lo mismo reclamar “los chelitos” perdidos como reza la consigna vip de esquina, que evaluar el costo de la tortura, las desapariciones, los asesinatos, el exilio, las amenazas, la extorsión. Por eso los reclamos contra desfalcadores, prevaricadores, suman tanto malandrín impune, tanto sicario convertido en buen padre de familia, después de 57 años de olvido. Porque el trujillismo y su secuela quedaron entre elites, hubo repartición de perdones y silencio. Ha sido imposible mencionar el frac enlodado que encubre las culpas de tanto honorable redivivo y mandón. Impensable la alusión a la lencería sucia de las adolescentes al servicio de Ramfis y fieles a la cofradía de Radhamés. Pajes de la corte de Angelita, convertidas en matronas que añoran el tiempo ido. Testigos impasibles de las fechorías y el espanto, cómplices silentes e instigadoras de la barbarie.Y así ha pasado el tiempo y a propósito de la especulación que resucita a Johnny Abbes García sería aleccionador establecer cuántos connacionales saben quién fue, qué hizo. Saber cuántos admiran o desdeñan comportamientos como el del inmisericorde jefe del Servicio de Inteligencia Militar-SIM-. El cronista deportivo, muchacho perteneciente a una familia capitaleña de “primera” cuya truculencia espantaba a los más feroces verdugos de la era. El teniente coronel que superó con creces las hazañas de Federico Fiallo y Fausto Caamaño. Sádico sin pudor, que no escondía su pasión por el suplicio, presenciaba las sesiones de tortura cuando no era pertinaz ejecutor de las mismas. Joaquín Balaguer en “Memorias de un Cortesano de la Era de Trujillo” se refiere a Abbes García como “un pequeño Fouché.” “Perspicaz, inteligente, recorría el Palacio, con un libro en que se narraban las torturas inventadas desde los tiempos de los mandarines chinos hasta las de los campos de concentración de la Alemania hitleriana. Le oí leer esas páginas y acompañar la lectura con un comentario mordaz o con una risa entre sardónica y jovial…”(pág.254)
Sería importante medir el rechazo a lacrueldad, a la intimidación que signó la vida nacional durante tres décadas y se reeditó con otro perfil durante 12 años. Medir la razón para aceptar a los asesinos, estupradores, torturadores, sin ninguna exigencia, eludiendo sus infracciones. Viriato Fiallo Rodríguez sería paradigma, hilo para desenredar el ovillo. La sociedad sangrante, aturdida, después de tres décadas de opresión y miedo, de traición para poder vivir, apañamiento, claudicación, rechazó el Basta Ya de Viriato. El discurso del antiguo perseguido, líder de Unión Cívica Nacional no fue convincente. Obtuvo, 317,327 votos de 1 millón 54 mil 944 del total computado. Josefina Padilla Deschamps, otro símbolo de la resistencia, además viuda de Rafael Sánchez Sanlley, candidata a la vicepresidencia en la boleta del Partido Revolucionario Social Cristiano que postulaba a Alfonso Moreno Martínez, logró 54,638 sufragios.
Para los que pautan la dimensión de la ética criolla sin reparar en la tergiversación y el equívoco, sería más que conveniente saber si conmueve el horror. Conocer qué repudia el colectivo.

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