¿Se embriagó Marcha Verde?

¿Se embriagó Marcha Verde?

Con el poder hay que tener mucho cuidado porque suele embriagar a quienes lo detentan cuando pierden las perspectivas, olvidan la transitoriedad del mismo y las veleidades de las masas populares.

El fenómeno Marcha Verde es una legítima respuesta popular, cívica y pacífica a una cultura de corrupción e impunidad que nació con La República, pero que ha alcanzado niveles alarmantes en los últimos 17 años.

El Movimiento Verde ha logrado niveles de popularidad que lo obligan a revisarse, planificarse y expresarse acorde al grado de responsabilidad social que la población ha puesto sobre sus hombros.

Eso espera el pueblo que anhela justicia y un combate real al flagelo de la corrupción sin caer en tremendismos ni dejarse embriagar por el poder de convocatoria que posee, pidiendo absurdos o soñando quimeras.

La lucha contra la corrupción y el proceso de adecentamiento del país en base al rescate de las instituciones públicas asaltadas por las huestes políticas que no ven más allá de sus intereses personales, no es tarea fácil.

Tampoco es un objetivo que se puede lograr de la noche a la mañana y por eso sectores pensantes que apoyan al Movimiento Verde cuestionan, con razón, qué pasará en el futuro inmediato con esta plataforma.

La heterogeneidad de los integrantes del grupo dirigente es una moneda de doble cara, pues si bien impregna fuerza al movimiento, entraña a lo interno, una fuente de contradicciones.

La vocería ha sido estratégicamente asignada a distintas personas y eso ha evitado celos de liderazgo tan común en los grupos emergentes, pero el auge y fuerza del movimiento obligan a una revisión de métodos, discursos y estrategias.

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