Sesenta casas inundadas en La Barquita; 200 familias pierden ajuares en Herrera

Sesenta casas inundadas en La Barquita; 200 familias pierden ajuares en Herrera

Sesenta viviendas de zinc y algunas con madera están inundadas en el sector La Barquita de Los Mina, municipio Santo Domingo Este, y la desesperación aumenta en la zona porque se espera que las aguas del río Ozama vuelvan a subir en la noche de este viernes.

Algunas familias tuvieron que ser socorridas y trasladas a albergues.
Mientras, al oeste de la provincia Santo Domingo, unas 200 familias lo perdieron todo al desbordararse la cañada La Ureña, en el sector El Abanico de Herrera, la cual desemboca en la cañada Guajimía. A su paso, la cañada se llevó camas, neveras, televisores, la caseta de una fritura y hasta un carro.

En las dos comunidades, situadas en polos opuestos y separadas por el Distrito Nacional, la gente dice que no puede dormir desde el pasado martes, cuando las fuertes lluvias provocaron las crecidas de las cañadas y los ríos.

La intensidad de las lluvias humedeció paredes, techos y mojó sus electrodomésticos. Ayer, en ambas comunidades, la gente parecía rendirse a los caprichos de la naturaleza, y en Santo Domingo Oeste el clamor es porque no han recibido ayuda de las autoridades del Gobierno, del ayuntamiento ni de ningún político del área.

La Barquita. Para entrar a este caserío, predio del que se apropiaron las aguas del río Ozama, hay que colocarse un par de botas plásticas. Las contaminadas aguas penetran a las casas y se esparcen por los patios. Adultos y niños caminan dentro de esta agua, que arrastra los excrementos de los sanitarios que se desbordaron por estar construidos a una profundidad de pocos metros de tierra.

Para penetrar al lugar fue preciso recurrir a los dirigentes comunitarios Rafael Holguín (con 30 años de labor barrial), y Eridania Rosario, presidenta de la Junta de Vecinos Agustina Berbere. Si no fuera por las primeras casas habitadas, se pensaría por las casas inundadas que La Barquita es un “pueblo fantasma”, debido a que la mayoría de la gente tuvo que abandonar sus hogares. Holguín y Rosario afirman que monitorean la zona desde que se inicia la temporada de lluvia, sean débiles o torrenciales.

Hace años trazaron la ruta de evacuación para evitar que la gente se quede en sus casas y sea atrapada por las aguas del Ozama. Orientan a las personas pobres para que salven sus ajuares, lo que comienza por subir las camas en cuatro bloques y a medida que el agua sube, ir elevando los enseres, pero cuando el agua llega al techo, la única opción es buscar un lugar donde guardarlos hasta que la marea baje. Al mediodía de ayer, sólo adolescentes y niños chapaleaban las aguas y las casas permanecían casi todas cerradas con candado.

El total de las casas en La Barquita son 1,175, según Holguín. Rosario censaba a la gente para enviar un reporte institucional al Gobierno. Dentro de todo lo malo, la esperanza de estas 60 familias está en que cuentan los días para ser trasladados al proyecto La Nueva Barquita, que construye el Gobierno central, con capacidad para 1,200 hogares. Amalfi Sierra es una de las mujeres que sueña con cambiar su casucha de 10 mil pesos por una apartamento de tres habitaciones, valorado en un millón 800 mil pesos, y por primera vez, vivir sin termitas en la madera.

Cañada de El Abanico. Los colchones mojados se intentaban secar en el pavimento de las aceras junto a los muebles, gavetas, ropas y otros utensilios. Próximo a la entrada de la calle María Montez, Ángel Martínez levantaba una pared de bloques, valorada en 2,500 pesos sin el costo de la maño de obra, tratando de cerrarle el paso al agua.
Dijo que a la 1:00 de la madrugada del pasado martes, tuvieron que salir de las casas porque la cañada entró.

El clamor de esta gente es para que el Gobierno les provea camas y electrodomésticos, como estufas y neveras. Los colmados “Yaquiri” y “El Economato” debieron cerrar sus puertas por la cantidad de mercancía dañada y los aparatos eléctricos. Patria Cruz, de 53 años, iba de un lado a otro, con la pena de tener todo mojado en su casa, hasta la cama. Como ella, mucha gente aquí duerme en el suelo.

Antonio Plasencia y Ramón Antonio Méndez coinciden en afirmar que la cañada Ureña no había tenido crecida en muchos años. Aseguran que esto sucedió por la obra de ampliación de la avenida Prolongación 27 de Febrero, cercana a la barriada, que arrastra agua y tierra. Llaman a las autoridades del Gobierno y a la Corporación del Acueducto y Alcantarillado de Santo Domingo (CAASD) para que acudan en su ayuda lo antes posible. Piden el encachado de la cañada y la limpieza del cauce, que tiene basura, ropa y ratones.

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