Sobre el gofio y artistas como
Rafael Pérez-Concepción, ex Chepe

Sobre el gofio y artistas como<BR>Rafael Pérez-Concepción, ex Chepe

POR MIGUEL D. MENA
Hay amigos como el gofio: vienen suculentos, se acumulan, bajan, te hacen toser, te vuelven a viejas alegrías infantiles, nunca acaban porque siempre creerás que habrán más colores al fondo del conito o estarán desparramándose. Chepe es uno de ellos.

Decir «Chepe» en la escena nocturna de Santo Domingo entre los que no pasan de 30 y tantos años es como un ábrete sésamo. Aunque no se le haya visto con sus lentes de jefe yakuza de los años 60, se sabe de sus estridencias, de sus colores planos y mundos que estallan.

Dejé a Chepe en una mesa de Paco’s a finales del 2004, a pocos días de cerrarse en El Espacio, con apoyo de la Alianza Francesa de Santo Domingo, su cuarta y última exposición,  Posteriormente conocido como Rafael Pérez-Concepción, aunque usted ni nadie lo crea, Chepe –¿ex Chepe?- es un artista dominicano residente en París, un cronopio de la cuadra ruda de Rita Indiana, un curador trabajador, atrevido y refrescante, sumamente refrescante.

Desde aquél diciembre hasta este julio del 2007 han pasado muchas aguas, por el Ozama y por el Sena. Chepe tiene su hogar entre ambos ríos.

El pasado 30 de junio se inauguró en el Museo Langois de Beumont-en-Auge una exposición de reflexión del paisaje, una de las más peculiares que se haya preparado en Francia en lo que va de siglo. Digo peculiar por la calidad y cantidad de maestros –para sólo citar un puñado: Canaletto, Pisarro, Courbet, Balthus, Giacometti, Cartier-Bresson-. ¡Y ahí estaba Chepe!

En el contexto de esos grandes maestros, el paisaje de Pérez-Concepción le agregaba la nota tercermundista, pero cuidado. No es que se tratase simplemente de una cuota que haya que pagar en el primer mundo. La inclusión de nuestro pintor es el punto donde estos paisajes se refrescan, completan la redondez de este duro globo terráqueo, se inclinan en ese punto donde el mundo no depende sólo de la racionalidad de Cremonini ni la lírica exótica de un Hokusai.

Inserto en el conjunto de estos paisajes tan disímiles, el de Pérez Concepción habla de lo más universal de la dominicanidad: del mar y sus turbulencias, de los huesos piratas que siguen siendo nuestras banderas, de esa azul que nos cae como muro celeste.

Es bastante significativa la reflexión realizada por nuestro pintor en relación al azul-marino, la polaridad creada entre los principios del fuego y del agua, el ying y el yang incesante entre el fondo que será siempre un escenario y esto más cerca que se diluye.

En el cuadro de esta exposición hay una fantasmagoría de un mundo que bien podría estar entre «Piratas del Caribe» y los grabados japoneses de la Era Meiji. Anteriormente Pérez Concepción nos había hecho partícipe de una propuesta parecida, con el cuadro que obtuviera mención en el pasado Concurso de Arte de E. León Jimenes: «Ave no voladoras».

Crítica sutil del neonacionalismo que nos invade –la antigua «Dominicana de Aviación»-, del dominican way of dreamings –los pingüinos-, reconocimiento del azul como principio de lo nacional –lo geográfico-, el sarcasmo de Pérez-Concepción nos dispara a una nueva propuesta de identidad. Ya no nos fundaremos en la geografía que nos media sino la voluntad por el espacio propio.

Pérez-Concepción  entra en esa familia experta en exageraciones y sarcasmos, en esa visión lúdica de la dominicanidad de postalita que hemos heredado. Mientras García-Cordero, para poner un ejemplo, desarma el entramado de nuestra nueva clase-media-yipetócrata, mostrando la manera en que los cachorros viajan y vuelan, Pérez-Concepción se orienta a un mundo más simple pero no por ello menos compacto. A los dos los unen los colores planos y la consciencia de los símbolos dominantes de nuestra cotidianidad política y sus símbolos de prestigio. A su vez, ambos se orientan por mundos complementarios: el que sustenta este irreversible proceso de clase-mediatización nacional.

Pero aparte de su labor como artista, Pérez-Concepción también se ha destacado como curador. Gracias a su trabajo –y a la delegación dominicana ante la UNESCO- se ha podido presentar la exposición «Away – Femmes, Diaspora, Créativité et Dialogue Intercultural», que durante el mes de marzo reunió a 10 de las artistas dominicanas de la diáspora más sobresalientes.

Mujeres viajantes, madres en la lejanía, ciudadanas de países impensables y todas unidas a este cordón umbilical insular, la exposición «Away» será recordada como un hito a la hora de pensarnos en los albores de este siglo XXI.

Entre colores como marejadas, inmigrantes que al final serán un solo rostro, olas que no cesan y subiendo y bajando desde sus alturas en Montmartre, Rafael Pérez-Concepción, ex-Chepe, o Chepe For Ever, nos sigue recordando la importancia del gofio que no cesa.

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