Sobre la radiación de la violencia

Sobre la radiación de la violencia

Es cosa harto sabida que los seres vivos emiten una radiación, una energía, que causa modificaciones en su entorno. Si bien no podemos cuantificar los beneficios que resultaron de la disposición de la Iglesia Católica a promover la oración en estos días conflictivos, no cabe duda de que la energía espiritual de quienes oraron por la paz y el bienestar del país, contribuyeron grandemente al logro de un clima humano pacífico durante los días de la huelga general que prácticamente paralizó todo el país.

Cierta densidad ominosa que flotaba sobre el país en días anteriores, se fue disipando. El 28 y 29 de este enero que nos abruma de insensateces gubernamentales, pudimos observar una conducta apaciguada, sosegada y mansa en la gran mayoría de los habitantes de este país, aplastado por un gobierno irreflexivo, inmediatista en sus voracidades, desordenado y reiterativo en errores cada vez más graves, gobierno que nos ha endeudado hasta niveles demenciales y ha llevado la moneda nacional a las vecindades de aquellas «papeletas de Lilís», que ya no valían nada.

Argumentan que «el hoyo de Baninter» y otros desastres bancarios, agregados a problemas de la economía mundial, son responsables de la pauperización del pueblo dominicano. Pero se dispuso y se dispone de millones de dólares para cuanto el ejecutivo alegremente decide hacer, sea la monstruosidad de los Juegos Panamericanos, sea gastos desorbitados en las Fuerzas Armadas…lo que dicte la terquedad del capricho.

¿Hubiera sido posible el descalabro de las finanzas, sin un comportamiento veleidoso y desejemplarizante del Alto Poder Nacional?

No lo creo.

Vuelvo a la radiación. Es la radiación del desorden, del descocamiento. Tal es el nivel del no pensar, que, cuando prácticamente todo el país -descontento e incapaz de soportar más cargas y miserias- propugnaba por una huelga pacífica, durante la cual las personas permanecieran en sus viviendas -lo que mayormente se logró-, las autoridades disponen un despliegue militar similar al de Irak, y vemos vehículos blindados, artillados con ametralladoras de alta potencia y soldados carapintadas, con expresiones feroces, listos a disparar. Cerca de los vehículos, líneas de amedrentantes militares, con equipamiento de guerra, caminaban cargados de agresiva alertidad, mirando a uno y otro lado, deseosos de violencia.

Por supuesto que tal provocación y aún más, tal irradiación violenta, iban a traer consecuencias. Hubo ocho muertos y decenas de heridos en todo el país. Si no hubiera existido tal «invitación a la guerra» y se hubiese mantenido una cuidadosa y mesurada vigilancia policial, conforme a la realidad que se vivía, no hubiésemos tenido que sufrir esas pérdidas de vida. Todo hubiese quedado en los «apresamientos preventivos» (versión del concepto «preventivo» de Mr. Bush) al «invitar» a dirigentes sindicales a «visitar» el «Palacio» de la Policía y otras acciones parecidas, como allanar viviendas «por sospechas» o acordonar puntos de reunión de quienes convocaran a la huelga, no dejando pasar agua o alimentos.

Las impresionantes imágenes «de guerra» que pudieron captar los fotógrafos y camarógrafos, cuyo trabajo es internacionalmente difundido, necesariamente deben haber dejado el mensaje de que aquí se está como en Irak. Hay fotos que parecen tomadas durante la guerra de Vietnam. Rostros feroces de los soldados, expresiones de odio o de miedo, disparos desde una motocicleta a toda velocidad, alguien con un pasamontaña, disparando un arma de fabricación casera…

Pero esa no fue la realidad nacional. Vimos una población tranquila, resignada a que debían pasar dos días sin producir, jugando dominó con los vecinos, mirando los niños beisbolistas en las calles desiertas o tirados en un camastro procurando dormir el hambre.

Las insensatez lleva al extremo de perjudicar, falseándola negativamente la imagen de un país en el cual el turismo es de primera importancia.

¿Habrá que puntualizar que todas esas imágenes de guerra fueron para una película, que el país estuvo y está en calma, salvo algunos escasos puntos en los cuales la provocación le colocó un detonante a la desesperación, o al impulso de uno que otro joven por hundirse en la violencia, quemando neumáticos o disparando un arma, más que nada, por la relampagueante fascinación de la aventura y el peligro?

La agresividad produce agresividad.

Es la radiación de la violencia.

Y la insensatez.

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