Sociedad Secreta La Trinitaria

Sociedad Secreta La Trinitaria

Para un considerable número de historiadores la sociedad secreta La Trinitaria fue el movimiento más significativo en las luchas por la Independencia y los trinitarios son considerados fundadores de la República. Sin embargo, la gesta no ha sido reconocida justicieramente por las autoridades edilicias de Santo Domingo. La calle que lleva el nombre de la agrupación es pequeña, prácticamente escondida, y al rótulo que la identificaba se le cayeron las letras. Vías que honraban a algunos miembros de la entidad desaparecieron y no se han restituido las denominaciones.

La Trinitaria tuvo como objetivo iniciar prosélitos para la causa, conspirar y “hacer que el pueblo se subleve contra el gobierno haitiano a fin de constituirnos en estado libre e independiente con el nombre de República Dominicana”, según comunicó Juan Pablo Duarte a los integrantes originales.

Muchos son los libros que se han publicado sobre esta agrupación por el simbolismo de sus secretos y juramentos, el ardor revolucionario de sus componentes y el patriotismo que los animó. Fueron delatados por uno de los afiliados y fue preciso disolver el núcleo. Duarte debió ir al exilio, pero sus compañeros continuaron la labor nacionalista que culminó con el fin de la dominación haitiana y el triunfo de los conjurados.

Mariano Lebrón Saviñón afirma que La Trinitaria fue la sociedad en que “se meció la cuna de la Patria tras darle aliento poderoso”.

La Trinitaria. Se llamó Trinitaria porque estuvo compuesta por nueve miembros que formaron una base triple de tres miembros cada una, apunta José María Serra. Fue ideada por Duarte y fundada el 16 de julio de 1838 en la casa de Josefa Pérez de la Paz, Chepita, madre del trinitario Juan Isidro Pérez. La dama residía en la Arzobispo Nouel, frente a la iglesia Del Carmen, cuyas festividades se celebraban ese día. La ocasión fue propicia para que la reunión de los patriotas pasara inadvertida por el bullicio, las procesiones y los cánticos.

Los creadores de la sociedad, además de Duarte, fueron Juan Isidro Pérez, Juan Nepomuceno Ravelo, Félix María Ruiz, Benito González, Jacinto de la Concha, Pedro Alejandrino Pina, Felipe Alfau Bustamante y José María Serra. Se identificaron por un seudónimo y un color. Cada uno tenía que buscar dos miembros más, los cuales solo lo conocerían a él a fin de que en caso de denuncia solamente dos, y no el resto de los trinitarios, corrieran peligro.

Ostentaban un nombre tomado de la historia de Roma. José Gabriel García escribió que “lamentablemente solo se conocen cuatro revelados por Ravelo. Juan Pablo Duarte era Arístides; Benito González, Leonidas; Felipe Alfau, Simón, y Juan Nepomuceno Ravelo, Temístocles. Solo los nueve fundadores conocían estos pseudónimos.

Tenían toques de comunicación que significaban confianza, sospecha, afirmación, negación, “de modo que al llamar un trinitario a otro ya este sabía por el número y manera de los toques si debía o no responder, si corría o no peligro”.

Rosa Duarte anota que su hermano recordó que bajo la Santa Cruz venció Constantino el Grande al tirano Majencio, y Juan Pablo “se creyó ser él, también vencedor, emprendiendo sus trabajos bajo la protección del signo de nuestra redención”.

Duarte llevó el juramento “y desdoblando el pliego que lo contenía dio a cada uno su copia criptográfica”. Lo leyó “con voz llena, clara y despacio y al terminar lo signó, y todos lo leyeron del mismo modo y lo signaron… Cuando signó el último, con el pliego abierto en la izquierda dijo Duarte: “No es la cruz el signo del padecimiento, es el símbolo de la redención: queda bajo su égida constituida la Trinitaria y cada uno de sus nueve socios obligados a reconstituirla, mientras exista uno, hasta cumplir el voto que hacemos de redimir la Patria del poder de los haitianos”. Los estatutos estaban en clave alfabética que solo ellos conocían.

El juramento rezaba: “En nombre de la Santísima, Augustísima e Indivisible Trinidad de Dios Omnipotente, juro y prometo por mi honor y mi conciencia, en nombre de nuestro presidente Juan Pablo Duarte, cooperar con mi persona, vida y bienes a la separación definitiva del gobierno haitiano y a implantar una república libre, soberana e independiente de toda dominación extranjera, la cual tendrá su pabellón tricolor en cuartos encarnados y azules atravesados por una cruz blanca. Mientras tanto seremos reconocidos los trinitarios con las palabras sacramentales Dios, Patria y libertad. Así lo prometo ante Dios y el mundo, si lo hago, Dios me proteja, y de no, me lo tome en cuenta y mis consocios me castiguen el perjurio y la traición, si los vendo”.

Se extrajeron sangre, firmaron con ella, “símbolo de su propia vida”, y dibujaron una cruz junto a cada rúbrica.

Después se integró a la Sociedad un grupo de patriotas bautizados como Nominados: Francisco del Rosario Sánchez, Ramón Matías Mella, Vicente Celestino Duarte, fray José Antonio Bonilla, Pedro Pablo Bonilla, Pedro Carrasco, Félix María del Monte, Tomás de la Concha, Pedro Antonio Bobea, Juan Nepomuceno Tejera, Epifanio Billini, Francisco Martínez de León, Antonio Duvergé, José María Imbert, Francisco Antonio Salcedo y otros.

Se otorgaron grados jerárquicos y Duarte fue nombrado General en Jefe de los Ejércitos de la República Dominicana y Director General de la revolución y él a su vez extendió otros nombramientos.

Los trinitarios desarrollaron una intensa actividad atrayendo nuevos adeptos, recibieron clases de historia universal, filosofía, teología, moral, de parte del presbítero Gaspar Hernández.

Todos aportaron dinero, según sus posibilidades.

Pero fueron descubiertos por indiscreción que se atribuye a Felipe Alfau. Sin embargo siguieron su trabajo patriótico a través de La Filantrópica y La Dramática, dos sociedades aparentemente culturales que actuaban públicamente.

Ya reconocidos, eran atacados y burlados hasta por dominicanos aduladores del invasor denominados “haitianófilos. Nada los detuvo y “desplegaron dentro de un ambiente hostil una gran campaña con el objeto de que el triunfo del elemento separatista desplazara a los grupos haitianófilos”. El resultado fue el grito de Independencia del 27 de febrero de 1844, cuando en acto solemne tomaron la Puerta del Conde “y se declaró a la República Dominicana libre de toda tutela extraña”. Serra escribió que “jamás una noche ha parecido más bella que la que iniciaba una época de esplendor tras tanto tiempo de calamidades y tristeza”. La ocupación haitiana se había iniciado en 1822

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