Socio importante pero pernicioso

Socio importante pero pernicioso

En orden de importancia, Haití es el segundo socio comercial de la República Dominicana. El primero es Estados Unidos. Si excluimos las exportaciones de zonas francas, entonces Haití desplazaría del primer lugar a la nación norteamericana. Por demás, el haitiano es el único mercado con el que tenemos balanza comercial positiva, debido a nuestra escasa demanda de productos haitianos en comparación con los que ellos nos compran.

Pero así como es importante, Haití es también un socio pernicioso, que violenta acuerdos comerciales y recurre a falsedades para tratar de justificar restricciones al ingreso de productos dominicanos a su territorio. Lo ha hecho antes, cuando prohibió la entrada de pollos y huevos alegando presencia de gripe aviar en granjas dominicanas, y lo está haciendo ahora al condicionar el ingreso de 23 de nuestros bienes.

Haití actúa así en represalia por las medidas de control migratorio que aplica el Estado dominicano y como recurso mediático cuando se caldea su atmósfera política-electoral. Es hora ya de ponerle un detente a esta situación que perjudica a nuestros productores y comerciantes. Hay que pretender más formalidad y acuerdos más definidos con el vecino Estado, y prever medidas de defensa comercial ante estos desmanes frecuentes de este socio tan importante como pernicioso.

A esto hay que ponerle atención

Hace poco, la Asociación Dominicana de Profesores deploró que solo el 9% de un grupo de educadores que postulaba para trabajar en la enseñanza pública, logró superar las pruebas de admisión de informática. El gremio culpó a las universidades por esas lagunas. Esos son los educadores que van a las escuelas a enseñar a nuestros hijos.

Recientemente, la directora de la Oficina Nacional de Defensa Pública, Laura Hernández Román, se quejó por lo que definió como graves deficiencias en la formación de los abogados, pues en todos los concursos de aspirantes a defensores públicos, menos del 10% son los que pasan las pruebas e ingresan a la Escuela Nacional de la Judicatura para su formación. Quien tenga jurisdicción en la calidad de la enseñanza universitaria debe meter las narices en este asunto.

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