“Somos Dominicana” Folclor en la más alta expresión

“Somos Dominicana” Folclor en la más alta expresión

El Ballet Folclórico Nacional, creado en 1981, ha sido un fiel exponente de nuestro folclore, fenómeno trascendente y espontáneo de la cultura popular.

Josefina Miniño dirigió la institución estatal por más de treinta años, contribuyendo a la conservación y difusión de nuestros bailes autóctonos.

Bajo la nueva dirección de Elizabeth Crooke, bailarina clásica-contemporánea y estudiosa del fenómeno folclórico, la compañía inicia una etapa con nueva visión del hecho folclórico desde la perspectiva escénica.

El espectáculo “Somos Dominicana” es una antología que nos remite a nuestras raíces.

A manera de introito, la pieza denominada “Espíritu del origen” es una remembranza del paisaje plural, y de nuestros ancestros.

La coreografía de Elizabeth Crooke en clave de danza contemporánea, válida para expresar el inicio, es terrenal, con atractivas evoluciones y movimientos ejecutados por bailarines entrenados en esta técnica, lo que resulta positivo.

La música original de David Almengod es elemento esencial, cónsono a la propuesta coreográfica.

El sol brillante del amanecer es motivo de inspiración para el poeta Ramón Emilio Jiménez, en su criolla: “Feliz eres, labriego”.

La sutil metáfora es pretexto para una escena plástica hermosa, concebida por Félix Germán, en la que participan todos los integrantes de la compañía, cuyos cuerpos cimbrean al son de la rítmica tonada “Morena ya lo ve”.

Luego, el espectáculo se acerca al llamado “foco folclórico”, que es la manifestación, en su más puro estado, que nos remite a un rito, a una tradición recreativa. El “Pasapié” nos conecta con rituales ancestrales de la cosecha, común a todas las culturas primitivas.

En este baile se celebra la cosecha del arroz y las habichuelas, nuestro plato bandera. En la recreación coreográfica de Gregorio Rodríguez los danzantes llevan palos y se entregan a una danza frenética, con énfasis en los movimientos pélvicos de raíz negroide.

Al son de los atabales, el “Bambula” nos acerca a la religiosidad popular, parte esencial de nuestro folclor, de igual modo, la “Sarandunga” con su procesión y fiesta de San Juan.

El “zapateo dominicano”, producto de nuestro sincretismo cultural, presenta –a manera de suite– sus cuatro variantes: guarapo, sarambo, callao y fandango, en las que los ejecutantes muestran sus habilidades en el manejo de esta técnica, esencialmente rítmica.

El chenche matriculado, el carabiné y la mangulina, contagian con sus cadencias, y luego, los “bailes de cuadrilla” nos remiten a los salones de la sociedad de entonces.

Finalmente, el merengue, en sus diferentes modalidades se enseñorea; el acordeón es el gran protagonista, y junto a él bailadores, percusionistas y cantantes, partes esenciales del todo, encandilan al público que puesto de pie se mueve al ritmo de nuestro baile nacional. Destacamos en el espectáculo la participación del músico David Almengod, director musical.

En las diferentes coreografías, especialmente las de la directora, el énfasis en la estilización de los movimientos, y en el desplazamiento del conjunto, en formaciones simétricas y asimétricas, son peculiaridades que, sin salirse de las fronteras que puedan deformar la esencia folclórica, enriquecen la teatralización. Ciertamente la agudeza de los creadores –coreógrafos– puede llevarlos a manipular la tradición, a su entender, pero la validez de su osadía estará determinada siempre por la capacidad de reinvención que muestren, sin dejarse llevar del uso y abuso de su imaginación. La inventiva quedó evidenciada en cada estampa.

Un elemento fundamental en todo espectáculo folclórico es la escenografía. Aquí se recurrió al uso de proyecciones alegóricas a cada danza, pero la profusión y movilidad excesiva de estas, por momentos distrae la atención del hecho danzario.

El vestuario colorista es otro elemento que enriquece la propuesta.

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