Sueño natural

Sueño natural

Resulta imposible referirse a las raíces de la cultura occidental sin mencionar la Grecia Antigua en la persona de Platón, quien percibía al ser humano sumergido en un perenne ensueño. En la primera parte del siglo XVII se enfrenta el hambre libertaria al destino manifiesto y don Pedro Calderón de la Barca cierra su clásica obra teatral poniendo a Segismundo a recitar: “Que toda la vida es sueño/ y los sueños, sueños son”. Tres siglos después, un dominicano oriundo de El Seybo, me refiero a don Emilio Antonio Morel, quien en su faceta poética habría de soltar al aire esta bella inspiración romántica: “Soñar es la vida mía,/ soñar contigo mi amor,/ soñar que me das en sueño,/ lo que me niegas después”. El Dr. Francisco Moscoso Puello en sus “Apuntes para la Historia de la Medicina de la Isla de Santo Domingo” narra que nuestros aborígenes olían un polvo que llamaban cohoba, igual que la ceremonia; también fumaban el tabaco hasta quedar “sin sentido grande espacio, tendidos en tierra, beodos o adormidos de un grave o muy pesado sueño”. ¿Qué nos dejan dicho todas estas evidencias históricas? Entre otras cosas derivamos la tendencia de la especie humana a experimentar con la mente. A mediados del pasado siglo XX la Agencia Central de Inteligencia estadounidense hizo ensayos con la sustancia psicodélica lisergida o LSD, la cual produce efectos parecidos a la marihuana. Lo interesante del caso es que el cerebro humano sintetiza de manera normal ciertos ingredientes químicos denominados endorfinas que tienen la propiedad de modificar el estado emocional del individuo. Sin embargo, estas moléculas biológicas naturales no generan psicodependencia. Diferente es la situación que se presenta con los estupefacientes introducidos a través de distintas vías corporales, fármacos que inducen habituación convirtiendo al usuario en un adicto incapaz de manejarse socialmente si no tiene en su masa encefálica el ingrediente artificial psicoestimulante, enajenante o depresor.

Una vez que la persona se acostumbra a inhalar, ingerir, fumar o inyectarse varias veces diariamente una determinada droga se le vuelve imposible vivir sin ella. Para adquirir ese producto debe acudir a un mercado ilegal y semioculto, donde en ocasiones es sujeto de extorsión, o tiene que convertirse en pequeño vendedor para sostener el vicio. Según lo demanden las circunstancias, el drogo-dependiente será capaz de robar, agredir y hasta de matar si fuere necesario, a fin de obtener los recursos financieros que le permitan conseguir la mercancía. Representa una minoría los adictos con ingresos legales suficientes para cubrir el costo de su vicio.

El plasticismo, la virtualidad y las fantasías que los medios electrónicos audiovisuales del mercado consumista venden como real, hace que muchos jóvenes se sumerjan en ese mundo imaginario que los invita a viajar por un falso espacio sideral. Ya que las más de las veces ese ensueño dista bastante de la dura realidad concreta, nada hay más tentador que comprar un boleto de ida, para casi a la velocidad de la luz, transportarse a ese paraíso mental engañador. Lo doloroso es el indeseable pasaje gratuito obligatorio de retorno al ambiente real. Este sueño artificial sale muy caro y no es inusual que se pague con la vida. Preferible seguir soñando de manera natural.

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