A pesar de que el Instituto Nacional de Cáncer Rosa Emilia Pérez Tavares (Incart) fue inaugurado el 28 de mayo de 2014, un año después de esa ceremonia el centro tiene al menos doce de sus áreas inactivas porque no han sido terminadas por la dependencia oficial encargada de la obra. Salvando las diferencias, en este centro se observan fallas similares a las denunciadas por los médicos del hospital traumatológico Doctor Darío Contreras, obras que no fueron supervisadas por el Ministerio de Salud Pública.
El funcionamiento del Incart está limitado a solo un 10% de su capacidad por causas como la no instalación de los lavamanos, techos en salas de cirugía y pisos especiales para medicina nuclear. El equipo de resonancia magnética no está funcionando por falta de una pieza que cuesta 150 mil dólares, mientras que los UPS centrales están aún sin conectar. Los encargados de la obra ni nadie ha explicado por qué está pasando esto a un año de inaugurado el instituto.
Como consecuencia de las cosas que faltan por hacer e instalar, casi todos los enfermos de cáncer afiliados en el régimen subsidiado son remitidos a los hospitales privados, que cobran al Gobierno enormes sumas por concepto de tratamiento de pacientes cancerosos. El Gobierno debería tomar medidas enérgicas para conjurar estas fallas en las obras de centros como el Incart.
Tal vez sea útil remojar barbas
En las elecciones municipales y regionales del domingo en España, dos nuevas fuerzas emergentes, Podemos y Ciudadanos, han logrado despojar al Partido Popular del Presidente Mariano Rajoy de mayorías absolutas que había conservado por mucho tiempo. Aunque ganó los comicios, la correlación de fuerzas pone el dominio político en un contexto desfavorable para esa organización, que se ha visto sacudida por imputaciones de inmoralidad.
Tal vez los partidos tradicionales dominicanos, que se enfrascan en contradicciones divisionistas y nadan en la suspicacia ciudadana por actos objetables cometidos desde los gobiernos, deban tomar como advertencia el sorpresivo manotazo dado por la izquierda emergente en las votaciones españolas. Manotazo que, por cierto, pareció en principio más utopía que realidad.